PARA
ANUNCIAR LA LEGALIZACIÓN
DE “PINCHADURAS” TELEFONICAS
Si nos ajustáramos a la
cronología de los sucesos, se desprendería del discurso presidencial, que el
Secretario de Seguridad Sergio Berni miente, que miente ella o que mienten los
dos. Así de simple.
Berni, que pasa a ser un perejil en esta
historia, se cansó de pregonar en los medios que avisó de la muerte del fiscal
Alberto Nisman a la Sr. Presidenta
poco después de la medianoche, mientras ella confesó que se lo había comunicado
la ministra del área entre las 2 y media y las 3 de la madrugada, creyendo al
principio que se trataba de una broma (¡¿?!)
de mal gusto.
Debe ser por eso que ahora el kirchnerismo
esconde a Berni y no quiere que vaya a dar explicaciones ante los legisladores,
aduciendo como razón una costumbre que ellos llevan a cabo meticulosamente, que
“el Congreso no tiene facultad para entrometerse en la actuación de la Justicia. Lo que quieren es
usar un muerto para la cosecha política”, olvidando que es más grave utilizar a
30.000 con idéntico propósito.
Endilgar tan oscuras sospechas sobre el
“feroz opositor” Hugo Lagomarsino por ser hermano de alguien que trabaja en un
estudio jurídico que atiende cuestiones vinculadas con el grupo Clarín, es tan
inconsistente y desubicado como suponerme fanático de los Redonditos de Ricota
porque lo es mi hermano, o considerarme obeso porque mi hermano lo es.
Después de todo, una hora de discurso para
anunciar la disolución de un organismo del Estado del que el kirchnerismo se
sirvió durante más de once años, para recién darse cuenta que no era
conveniente, tiene más olor a manotazo que a medida necesaria. En realidad la
historia nos enseña en capítulos de extrema crueldad, que no tan solo los
militares y su arte de la sospecha se inclinaron por la privacidad de la gente
instaurando las escuchas telefónicas a mansalva, operatoria que superó a los
tiempos y a la recuperación de las libertades: todos los gobiernos lo hicieron,
a veces más con espíritu de chusma y alma de conventillo.
Ahora, desbaratada la reciente intención
oficial de “camporizar” a la SIDE,
nada mejor que blanquear el espionaje creando de arranque un organismo propio y
sumiso, dependiente de la Procuraduría General de la Nación a cargo de Alejandra
Gils Carbó como si fuera independiente del Poder Ejecutivo cuando bien sabemos -y
lo dice la historia reciente- que allí se aplica la obediencia debida. La
conducción de la Agencia Federal
de Inteligencia (FIA) se asignaría con acuerdo del Senado, cuerpo legislativo
con mayoría propia del kirchnerismo que tiene a la previsible reverencia como
norma y estilo.
Referirse a la Justicia en términos tan
ofensivos y descalificadores y a la vez alabarla en casos puntuales y a futuro,
sirvió para desorientar a cualquiera porque no hubo ni una palabra para
reconocer las enormes presiones que se vienen ejerciendo desde el poder
ejecutivo contra ese otro poder del Estado, desde los tiempos que se hablaba de
su “democratización” cuando lo que se perseguía era la “domesticación” y la
sumisión. En tal sentido, estamos viendo ahora las consecuencias del despecho
político.
La reiteración reciente del “vamos por todo”
es la huella digital de una campaña que el oficialismo instaló como una de las
mayores faltas de respeto contra la democrática alternativa de pensar distinto
o de no comulgar con todos los objetivos o los métodos del modelo.
Sería pecar de absurdos si a esta altura de
su mandato, pidiéramos el mínimo de autocrítica a un gobierno caracterizado por
la soberbia política y la arrogancia ideológica. Esa inveterada manía de no
tener un mínimo sentido de grandeza para reconocer errores y optando por culpar
siempre a otros, un temperamento que es distintivo que fue multiplicándose con
las equivocaciones.
Resulta más fácil y enardece más a su
tribuna y a los aplaudidores profesionales de ese otro enorme, costoso y
estatal poder mediático concentrado, reiterar los términos “conspiración” y
“boicot”, cuando la grandeza de la sinceridad impondría hacerse cargo de los
desaciertos asumiendo culpas.
Es mejor no evaluar la controversia que
surge por el tema Irán-Daia-Embajada de Israel, etc. porque los manejos de la
diplomacia están teñidos de dudosos acuerdos, traiciones y dinero; mucho dinero
que en forma solapada manejan todos los servicios de inteligencia del mundo y
muchas veces interfieren las “internas religiosas”.
A la hora de hablar de
la escenografía y respetuosamente analizada, no era necesaria la silla de
ruedas como inspiradora de lástima, a menos que se quisiera mostrar una
debilidad e indefensión que con la agresividad del discurso quedaban de por sí
descartadas.
Luis D’Elía parece haber dejado de ser útil
amigo y Milani -el super espía nacional & popular- quedó entre bambalinas.
Faltó la palabra del pesar, si es que se
siente, para la familia del Fiscal muerto quien fue penosamente utilizado en su
irreversible condición de ausente.
Después de todo, si la denuncia de Alberto
Nisman a ella y a su gente les pareció descabellada, absurda, desestabilizadora,
inoportuna y delirante, ¿para qué dedicarle una hora al solo efecto de anunciar
el desmantelamiento de un organismo pernicioso y la creación de otro que se
insinúa con más dudas que el anterior?
No hay caso.
Nuestra actitud generalmente paciente y
contemplativa -por no decir con vocación de rebaño- nos ha llevado a exhibir
una tolerancia hacia el error mucho más amplia con el paso del tiempo.
Bueno sería que el poder no confundiera
tolerancia con paciencia, esa virtud que cuando se agota, los pueblos suelen
hacer tronar el escarmiento.
En las urnas, a veces.
Gonio
Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado