INUTILIDAD
DE UNA ACCION POLITICA
DISFRAZADA
DE PROTESTA SINDICAL
A medida que transcurren los días y los cercos de la
Justicia se van cerrando en torno de quienes íntimamente se saben responsables
del saqueo, es que aumenta el nerviosismo y es cuando al pinchazo de tal
sentimiento de culpa, se perpetran las acciones más descabelladas e
impensables.
¿Cuál es la motivación real del paro general
dispuesto para mañana por las CGT e impulsado por la desesperación de un
kirchnerismo en retirada?. Los motivos expuestos son tan reales como conocidos,
porque hay que ser ciego y sordo como para no advertir el crítico escenario del
país, atribuible tanto a la herencia recibida -que va perdiendo su condición de
pretexto- como a los errores que se cometen desde la conducción nacional.

La histórica prepotencia ya anticipó actos
violentos, como las manifestaciones de un
dirigente de taxistas que ahora debe
responder por ellas ante la Justicia. Un clima al que se pretende enrarecer en
otra repetida y clásica actitud de instaurar el miedo como principal cómplice
de un éxito desde ya cuestionable.
Paralizar a un país durante un día es para
agravar todo lo negativo y alejar la posibilidad de una toma de conciencia
acerca de la realidad. Y es un pecado de conciencia no advertir que nada se
soluciona no trabajando cuando las circunstancias aconsejan e imponen no bajar
los brazos, porque será la producción lo que nos rescate de la malaria y no la
vagancia que pretenden imponer los que desde hace tiempo abandonaron la cultura
del esfuerzo.
Más allá de todos los argumentos que
racionalmente se puedan oponer, basta recordar algunos dichos de iluminados
pensadores en cuyo marco incluyo al padre del Justicialismo argentino,
sostenedor de que el movimiento obrero es la columna vertebral, precisamente de
un movimiento que trascendió a las geografías y a los tiempos.
De sus discursos, aún resuenan palabras de
Perón tales como “No existe para
el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan. El trabajo es
un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que
cada uno produzca por lo menos lo que consume. Ningún peronista debe sentirse
más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a
sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca”.
Es desde la propia dirigencia que se esgrime a “la presión de las bases”
como motivante del paro, cuando la realidad indica que las bases lo que quieren
es trabajar y producir para cobrar más y vivir mejor. El sindicalismo peronista
exhibe la perversa costumbre del paro mientras el gobierno nacional no sea de
su signo y pretende justificar su lucrativo “pancismo” con una combatividad de
pólvora mojada, pero efectiva para el rebaño del tontaje, nostálgico de pasados
aunque cercanos esplendores.
Un buen comienzo para ayudar a que las cosas cambien, es hacer la
inversa de lo que por nerviosismo político y alergia a los barrotes, proponen
quienes son conscientes de su oscuro futuro personal: no prestarse al juego de
una paralización que a nada conduce, aunque existan motivos de desencantos y
frustraciones que bien pueden manifestarse de
maneras más civilizadas y menos
dañinas.
El miedo es un pésimo asesor de actitudes, pero viene al caso citar otro
de los famosos dichos de Perón: “Cuando los pueblos agotan su paciencia, suelen
hacer tronar el escarmiento”, aunque el dicho cuadre lo mismo para gobernados
como para gobernantes.
Sabio era Gandhi al sostener que “Dios ha creado al hombre para que gane
su sustento trabajando. Ha dicho que aquel que come sin trabajar es un ladrón”,
una dureza que contrasta con la dulzura de Goethe: “Cuando he estado trabajando
todo el día, un buen atardecer me sale al encuentro”.
Esperemos a conciencia y con compromiso de honestidad hacia el futuro,
el atardecer de mañana.
No hay argumentos sólidos ni válidos que justifiquen el paro, salvo
hacerle llegar al gobierno nacional un mensaje que lee todos los días.
Gonio Ferrari
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