PASARON
37 AÑOS DE UNA LOCA AVENTURA
CON
LA QUE SE BUSCABA EL PODER ETERNO
El tiempo en su marcha implacable, poco ha
hecho para mitigar el dolor que dejara la guerra de Malvinas, especialmente en
las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su espíritu de lucha y su
propia vida.
Han pasado 37 años y todavía resuenan los
reclamos de los sobrevivientes, marginados del mercado laboral, desatendidos en
sus requerimientos de apoyo sicológico, muchos de ellos transformados casi en
parias y varios que se inclinaron por el suicidio, mientras para otros sectores
no apagó sus luces el indecoroso festival de subsidios a la vagancia.
Como si la historia reconociera más méritos
patrióticos a los que se decían románticos setentistas montoneros o erpianos,
que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica apoyados por
una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al
previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador y
sus ansias de eternidad en el poder.
No todo está claro en los grupos de ex
combatientes que transitan, como autómatas, las oficinas públicas donde piensan
que van a encontrar un reconocimiento a su sacrificio, a la ofrenda que
hicieron a nuestra Patria, aunque se hayan logrado mínimos apoyos.
Están los que combatieron en las islas y con
idénticos derechos aquellos que permanecieron en el continente, al apresto para
entrar en la desigual batalla. Problemas internos los desunen, cuando la
memoria de los vivos y el respeto por los muertos, debiera ser el motivo
aglutinante.
Apetencias dispares hacen lo propio, mientras
desde el poder y salvo algunas medidas aisladas que los benefician, miran con
cierta displicencia, acuciados por problemas más recientes en el marco de la
crisis, que el angustioso recuerdo del no
tan lejano 1982 que en definitiva corresponde al siglo pasado.
Pero algún día llegará la hora de la
redención y del reconocimiento para aquellos que no vacilaron en colocarse muy
junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el
frío calando el alma pero sin llegar a congelar
sus convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan
engañados como estuvimos al menos aquel 2 de Abril del 82, entonaremos nuestro
himno y lo haremos recordando el sacrificado valor de los soldados argentinos.
Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean
eternos tantos héroes que supimos olvidar.
Gonio
Ferrari
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