2 de abril de 2019

Entre el dolor, el luto y los olvidos

PASARON 37 AÑOS DE UNA  LOCA  AVENTURA
CON LA QUE SE BUSCABA EL PODER ETERNO
   El tiempo en su marcha implacable, poco ha hecho para mitigar el dolor que dejara la guerra de Malvinas, especialmente en las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su espíritu de lucha y su propia vida.
   Han pasado 37 años y todavía resuenan los reclamos de los sobrevivientes, marginados del mercado laboral, desatendidos en sus requerimientos de apoyo sicológico, muchos de ellos transformados casi en parias y varios que se inclinaron por el suicidio, mientras para otros sectores no apagó sus luces el indecoroso festival de subsidios a la vagancia.
   Como si la historia reconociera más méritos patrióticos a los que se decían románticos setentistas montoneros o erpianos, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica apoyados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador y sus ansias de eternidad en el poder.
   No todo está claro en los grupos de ex combatientes que transitan, como autómatas, las oficinas públicas donde piensan que van a encontrar un reconocimiento a su sacrificio, a la ofrenda que hicieron a nuestra Patria, aunque se hayan logrado mínimos apoyos.
   Están los que combatieron en las islas y con idénticos derechos aquellos que permanecieron en el continente, al apresto para entrar en la desigual batalla. Problemas internos los desunen, cuando la memoria de los vivos y el respeto por los muertos, debiera ser el motivo aglutinante.
   Apetencias dispares hacen lo propio, mientras desde el poder y salvo algunas medidas aisladas que los benefician, miran con cierta displicencia, acuciados por problemas más recientes en el marco de la crisis, que el  angustioso recuerdo del no tan lejano 1982 que en definitiva corresponde al siglo pasado.
   Pero algún día llegará la hora de la redención y del reconocimiento para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el frío calando el alma pero sin llegar a congelar  sus convicciones.
   Será la hora en que unidos y no tan engañados como estuvimos al menos aquel 2 de Abril del 82, entonaremos nuestro himno y lo haremos recordando el sacrificado valor de los soldados argentinos.
   Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean eternos tantos héroes que supimos olvidar.

Gonio Ferrari

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