CALLES Y PLAZAS LLENAS
DE ELLOS Y DE NOSOTROS
¿Acaso servirá parafrasear a la Señora pidiendo
definiciones acerca de quienes son los “ellos” y
quienes los “nosotros”? Algo quedó demostrado
como eso de los gatos en las sombras que son
todos pardos y nadie es uno u otro u otro y uno.
Los reduccionistas, como era de esperar, han
centrado sus análisis en una especie de lucha por arriesgar número de
asistentes a las concentraciones realizadas tanto en Capital Federal como en el
interior del país y en ciudades extranjeras tales los casos de Tokyo, Sydney,
París y algunas otras, como si se tratara de un campeonato de adhesiones o
indiferencias.
Es probable que la intención sea deliberadamente distractiva para quitarle a la
masiva convocatoria su verdadero espíritu de pésame, homenaje, protesta y casi
rebelión frente a un poder cargado de ceguera y soberbia, que desconoce la sana
práctica de la autocrítica y pretende imponer su modelo abjurando de las
correcciones de rumbo que necesita.
Sin dudas los resultados de las últimas elecciones con su apreciable pérdida de
votos, de nada sirvió al kirchnerismo para modificar una postura altanera y
desafiante de la realidad como la que viene sosteniendo, empeñándose en mirar
solo hacia adentro, cerrando los ojos frente a todo lo que se le plantee como
adverso y apoyándose en aquel lejano y ahora devaluado 54 por ciento que lo
consolidó en el mando.
¿Que al final era cierto lo de la politización de la marcha? ¡Por supuesto! Tan
cierto como en su momento se politizó a la Justicia, se politizaron los derechos humanos, se
politizaron el dolor y el luto, se politizó la economía, se politizó el
deporte, se politizó el asistencialismo “compra votos” y tantas otras
actividades de la vida ciudadana.
Por eso es tan complicado, desde un plano neutral, saber ahora quienes son
ellos y quienes nosotros, o quienes nosotros y quienes ellos, lo que de por sí
es un planteo abiertamente discriminatorio porque todos debiéramos ser
nosotros, unidos, codo a codo luchando por la grandeza del país y el bienestar
propio y del prójimo.
Es la hora del abrazo fraternal y no de la odiosa e impuesta separación.
Porque en las masivas concentraciones de ayer no estuvimos nosotros y faltaron
ellos, sino que todos pudimos sentirnos nosotros, si es que todos peleamos por
el futuro sin marginar a nadie.
Más que una expresión popular fue un clamor; un llamado de atención que merece
la grandeza y la humildad de ser escuchado si es que aún subsisten esos valores
en los centros del poder, encerrados en un sordo empecinamiento de atender los
mensajes de los “ellos” ignorando a los “nosotros”.
Y nosotros -quedó demostrado ayer- somos todos, incluidos los “ellos”.
Gonio Ferrari
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