NÂO DIZ A MIM O
QUE QUER FAZER
Es para que nos vayamos entendiendo, porque la
gente que motoriza la campaña presidencial del
artífice del cordobesismo, declama lo que piensa
hacer pero no menciona todo lo que no se hizo.
Es una
incoherencia, por ejemplo, colocar el acento en la proyectada lucha contra la
inseguridad nacional y a lo largo de 12 años de gestión en la provincia tener
para mostrar como resultado una multiplicación de los hechos delictivos, el
brutal aumento de la violencia para perpetrarlos, el crecimiento exponencial e
imparable del narcotráfico y el descontrol existente dentro de la institución
policial, cuyo más reciente ejemplo fue la rebelión que naciera en sus filas un
año atrás dejando su secuela de saqueos, daño, terror, espanto y desconfianza
en la comunidad.
Ni qué
hablar de los delitos que vienen cometiendo miembros de la fuerza o aquellos
que se consuman enfrente mismo de la Jefatura, en las cuadras donde están instaladas
las comisarías o en pleno casco chico de la ciudad; en concurridos centros de
compras y a la luz del día aprovechando la insuperable ausencia de la policía
como elemento preventivo y disuasivo.
Uno de los
detalles más significativos de la inseguridad reinante, que desde el poder se pretende
minimizarla a nivel de sensación, es que los herreros no dan abasto en su
sostenida tarea de fabricación y colocación de rejas tanto en domicilios como
en comercios, al igual que el auge de los variados y costosos sistemas de
alarmas y monitoreos a distancia que de poco sirven porque las alertas por lo
general llegan, pero la policía no responde o concurre cuando los ladrones ya
se esfumaron.
En síntesis,
la falta de una política integral de seguridad en Córdoba, situación que lleva
más de una década, ha logrado una penosa subversión en el seno de la sociedad:
los decentes están entre rejas y los delincuentes gozan las mieles de la
libertad y la impunidad.
Las deudas
pendientes son cuantiosas en materia de hechos delictivos sin sanción y no son
pocos los casos emblemáticos como por ejemplo el asesinato de Nora Dalmasso en
Rio Cuarto y varios homicidios y “desapariciones” en la capital y en otros
puntos de la provincia, dejando para la estadística una enorme cantidad de
hechos contra la propiedad que jamás fueron resueltos.
Córdoba pese
a la negativa oficial en este sentido, es una provincia insegura, acosada por
el narcotráfico creciente y sostenido y pareciera que no alcanzan todos los
esfuerzos que se dice está realizando el poder, cuando vemos que solo es
“marketing” que esconde el propósito de quitarle entidad a la grave situación
que la policía no sabe, no puede o no quiere revertir.
A través de
curiosas comparaciones se busca convencer a los cordobeses que estamos mejor
que en Río de Janeiro, Caracas, Los Angeles, Bogotá, El Cairo o alguna otra
ciudad del mundo, esquivando el compromiso de solucionar las cosas aquí, que es
donde vivimos.
Si uno de
los ejes de la campaña electoral que persigue la quimera presidencialista del
inventor del cordobesismo, es “acerar” la actitud aportando dureza y compromiso
para superar la inseguridad a nivel nacional, lo mejor que puede hacer es
olvidarse de poner como ejemplo la situación de Córdoba.
Entendemos,
por el ejercicio de la memoria, que el equipo “importado” que tiene a su cargo
la estructuración de la campaña proselitista posee quilates para exhibir en
cuanto a sus exitosos antecedentes, aunque también comprendemos el porqué haber
elegido a profesionales foráneos: es difícil que algún especialista cordobés y
conocedor del paño y de la realidad mediterránea, pueda asumir el compromiso de
complicarse el futuro y la vida con una gigantesca mentira.
Gonio Ferrari
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