Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio
Ferrari en su programa “Síganme los buenos” del 18/10/2015 emitido por AM580
Radio Universidad de Córdoba.
EL DIA DE ELLA, LA MAMÁ
Si nos remitimos a la verdad histórica, se
remonta a la mitología la celebración del Día de la Madre cuando surgió en la
antigua Grecia el festejo en honor de Rhea, que era la mamá de los dioses
Júpiter, Neptuno y Plutón.
Mucho tiempo después en los comienzos del
siglo 17 los ingleses dedicaban el cuarto domingo de la Cuaresma a todas las
madres trabajadoras, que eran relevadas de su obligación laboral por ese día para
que se quedaran en sus casas con su familia denominando a la jornada como
Domingo de Servir a la Madre ,
festejándolo con la preparación de una torta dulce.
En distintas partes del mundo la celebración
es más o menos igual pero en fechas distintas y para el caso nuestro, debo
reconocer que ignoro por qué se eligió, como lo es hoy, al tercer domingo de
octubre.
La mamá es una mágica realidad o un recuerdo
con maravillosa sensación de presencia no tan solo al evocarla, sino cada vez
que nos sacude el alma al transformarse en ejemplo a seguir, si de sacrificio y
bondad se trata.
Es maravilloso gozarla en el abrazo, en el
consejo, en el acompañamiento en situaciones gratas o en momentos críticos
cuando la angustia te muerde los talones..
La muerte de la madre es el primer gran
dolor que tenemos que pasar sin ella, dijo San Agustín, y comprendiendo eso, a
quienes nos ha tocado padecerlo, nos basta para estar seguros de la consagrada
santidad de esa mujer incomparable.
Por eso, en honor a su recuerdo, es
preferible hablar de la madre viva, incansable a la hora de trabajar o al
momento de mimarnos, de alimentarnos y de cobijarnos, aunque es medio improcedente
limitar a un día, el reconocimiento eterno y permanente que merecen las mamás.
Pero así son las reglas del juego y del
consumo, lo que no impide que en materia de homenajes, lo concentremos, si, en
un día al año.
Quizás a nadie atormentamos como a nuestra
madre; quizás por ningún cariño sacrificamos menos; tan seguros estamos de
poseerlo siempre; de que siempre perdona, supo decir Jacinto Benavente hablando
de su mamá.
Un beso, una sonrisa, una flor, un recuerdo.
¡Ahh! Y nunca olviden ni callen, esté ella o
no porque siempre, siempre está y estará, un te quiero mucho.
Aunque esté a nuestro lado y la podamos
abrazar hasta hacerle crujir los huesitos, o con amor y nostalgia la veamos en
cada estrella.
Necedad sería negar la
vocación protectora del Dr. de la
Sota con relación a los integrantes de su equipo, conformado
por la gente de su mayor consideración y confianza, hasta el punto que no son
pocos los que lo vienen acompañando prácticamente desde los comienzos de su
carrera política.
Eso se llama lealtad por convicciones,
lealtad por compromiso, lealtad por amistad, lealtad por compartir los mismos
ideales, idénticos sueños y comunes objetivos en la vida.
A la lealtad -como muchos creen- no la inventó Perón, pero en la historia de los argentinos su nombre es sinónimo de lealtad y si recorremos los pasillos de la memoria, es posible que no alcancemos a encontrar otro ejemplo comparable a la comunión de pensamiento que unía al viejo líder con los seguidores de sus postulados.
Es por eso que no se entienden -o se
entienden demasiado- ciertas actitudes asumidas por militantes delasotistas que
se golpeaban el pecho proclamándose leales y de buenas a primeras cayeron al
abierto ejercicio de la villanía vestida de ingratitud.
Sin dudas la veteranía militante de nuestro
gobernador le aportará, no en este caso como consuelo pero sí como atenuante a
lo que suponemos es su bronca y su sorpresa, la explicación lógica de sus dudas
actuales, acerca de aquella supuesta
lealtad que los ahora tránsfugas supieron jurarle en su momento.
A veces es mejor desencantarse de golpe que
hacerlo lentamente porque esto equivale a una agonía de la confianza y así el
impacto se asume con mayor entereza.
Porque la lealtad verdadera más que adhesión
es rectitud, nobleza, sinceridad y constancia, verdaderos sentimientos
equiparados a la belleza y la fragilidad del cristal, pero con una delicadeza
irrecuperable cuando se quiebra.
Arrumbados en los olvidos quedan los
agradecimientos de quienes se nutrieron en muchos sentidos bajo las alas del
gobernante políticamente generoso, superados por otros anhelos de poder,
proyectos de grandeza o desmedidas apetencias personales.
Para aquellos practicantes de la intriga,
amantes de la infidelidad; los que se alejaron en el momento menos oportuno de
quien los sostuviera contra viento y marea, no es mucho lo que tienen o merecen
festejar en un Día de la Lealtad Peronista
nacida allá en el lejano 1945 y parece mentira que hayan pasado 70 años.
Sinceramente para ellos, los que abandonaron
el barco con el puerto a la vista y desairaron a su guía y protector, es más un
día para el sano ejercicio de la autocrítica y si se piensa con algo de
grandeza, del arrepentimiento.
Para los castigados peronistas cordobeses,
no suena oportuno, prudente ni alegórico festejar echando las campanas a vuelo.
INSTAURACIÓN DEL MIEDO
Todo indica que al promesómetro de las
variadas corrientes políticas le fallaron las pilas o estamos frente a una
penosa falta de argumentos, como para convencer al electorado de las bondades
que cada una exhibe como “mercadería” a ser votada el 25.
Ya pasamos la etapa de la simbólica y
almidonada seriedad que a todos mostraba como duques británicos, recorrimos la
siguiente que fue la de descalificar al adversario de cualquier manera incluso
sin dejar de lado alusiones a problemas físicos, luego vino algo parecido a
“tomar envión” como que todos se sintieron ganadores, hasta caer a un miserable
final donde el distintivo argumental es la instauración del miedo.
Los grandes
pensadores alguna vez se refirieron al miedo y James Froude lo definió como “el
padre de la crueldad”, en tanto Octavio Paz sostuvo que “Las masas humanas más
peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo” y
Hugo Wast fue terminante: “Que nadie se vaya a dormir teniéndote miedo pues se
despertará teniéndote odio. Si quieres que te quieran no te hagas temer”.
Mientras en el cantero central de esta ancha
avenida política desde el poderoso sector de la omnipresente propaganda
oficialista -que pagamos todos- se agita el fantasma de la desaparición del
festival de planes y subsidios y se hace hincapié en la Asignación Universal
por Hijo transformando sospechosamente al beneficiario en rehén, desde una de
las veredas opuestas las advertencias están centradas en el caos económico y
social que sería emergente de la continuidad del modelo.
En la acera de enfrente optaron por un falso
tonito moderador aunque desafiante, apelando a que se sigan peleando entre los
otros y esos tres protagonistas dejaron al margen en una actitud
ideológicamente discriminatoria, al resto de los competidores y en especial a
la izquierda legítima que no debe confundirse con la disfrazada de tal, que con
su pasado violento vive en Puerto Madero.
Las propuestas llegan a tal grado de delirio
en muchos casos, que no tardan en mimetizarse entre sí conformando un
intragable cóctel de utopías.
Es como si se hubiera suscripto un
repudiable pacto decretando la muerte de la lúcida confrontación de ideas; del
frente a frente sin injurias pero con esperanzas; de llegar a la ilusión de
compartir proyectos si de mejorar la calidad de vida de la sociedad se trata;
de pelearla cada uno desde su propia trinchera baleando al enemigo y no al
compatriota, pero sepultando esta estúpida costumbre de inspirar miedo como
arma proselitista.
No es la primera vez que se hace necesario
recordar que desde hace tiempo los argentinos hemos eliminado al vidrio de
nuestras costumbres alimentarias.
La mayoría del electorado piensa, evalúa
-unos con la mente, otros con el corazón y muchos con el bolsillo- y analiza la
realidad con el grado de íntima honestidad que cada uno puede lucir, apelando
tanto al presente como a la memoria, haciendo un guiño a un futuro demasiado
cercano.
Ese es el camino hacia la madurez del
pensamiento que volvimos a recorrer desde el ‘83 cuando naufragaron la capucha,
el secuestro extorsivo, la tortura y la muerte que dividieran tan penosamente a
los argentinos en aquellos años de plomo y de sangre hermana.
Que ahora no sea el miedo, de aquellos
viejos y espantosos miedos que nos desvivimos por superar, lo que profundice la
grieta que el autoritarismo y la sensualidad del poder insisten en fortalecer,
por lo que ahora vemos, desde todo el arco ideológico en tiempos que debieran
sacrificarse por la pacificación y la serenidad de los espíritus.
Y tomar en cuenta la sentencia de Publio
Siro: “Nadie llegó a la cumbre acompañado del miedo”.
CAPRICHOSA
BASURA
Debemos hacernos a la convicción que
cualquier capricho que pudiera entrar en la mente de los gremialistas
vinculados con las empresas recolectoras de basura en nuestra ciudad, será
apoyado impunemente por la contaminación masiva del centro y de los barrios.
Es ridículo que los cordobeses vivamos en
condición de rehenes.
Cuando la policía quiere aumentos, nos dejan
librados al desamparo abandonando sus consignas, porque somos rehenes de sus
demandas.
Cuando tanto los empresarios del transporte
como los sindicalistas de la UTA ,
muchas veces asociados entre ellos, patrones y obreros, demandan mejora de la
tarifa o aumentos de salarios, somos los rehenes que nos quedamos de a pie.
Y ahora se sumaron las empresas recolectoras
de residuos domiciliarios y barrido de calles, porque se avivaron que tienen a
miles de rehenes agarrados de ahí, para apoyar sus veleidades y antojos.
No se cumplen los recorridos ni los horarios
pese al empeño de ese bicharraco llamado Cotrequito, que se empeña en aconsejar
que trabajen los vecinos en lugar de hacerlo los operarios.
Y cuando los chicos malos del sindicato caen
en cuenta del valor de sus ausencias más que de su compromiso, permiten que la
ciudad sea invadida por la mugre, que la basura se acumule en veredas y calles
y que la contaminación ambiental sea realidad que nadie atiende, para dibujar
una horrible postal del abandono.
No es incitar a la violencia ni a la
rebelión popular, pero alguna vez no faltarán los cordobeses humillados y
ofendidos por sentirse rodeados por la mierda, que se junten para llevarla a
los despachos de los que tienen las soluciones en sus manos y no las
instrumentan.
Sería un acto poco simpático, pero no
dejaría de ser justo.
Dos resoluciones de los Tribunales
locales de los años 2006 y 2008 crearon en Córdoba una “comisión especial” a
cargo de lo que denominaron megaproceso del Registro de la Propiedad.
Este engendro,
reiteradamente cuestionado por letrados y organizaciones no gubernamentales, contradice
el mandato constitucional que prohíbe el reemplazo de los jueces naturales por
una comisión.
Reconocidos académicos
han analizado otras particularidades de la causa: una de ellas es la dificultad
para establecer el rol o la participación de cada imputado en el hecho que se
le atribuye.
Dicen la más elemental
lógica y el Código Penal también, que se debe especificar qué, cómo, dónde y
cuándo alguien cometió un delito, permitiendo esta ubicación real que el
acusado pueda defenderse.
En la causa del Registro
muchos relatos comienzan diciendo: “...en una fecha que no se puede
establecer…” y los acusados integran una gran bolsa de partícipes
necesarios sin determinación de roles ni responsabilidades, lo que posibilita
las condenas masivas sin detallada ni fundamentada explicación jurídica.
Otro punto
analizado es la responsabilidad de los funcionarios superiores en la
cuestión porque mientras todas las tintas cargaron contra un sólo director, que
no se encontraba a cargo a la fecha del grueso de los ilícitos, los altos
funcionarios, pese a ser reiterada y concretamente mencionados por
testigos, como conocedores de diversas situaciones o responsables finales de
leyes cuestionadas por la
Fiscalía , nunca fueron citados a Tribunales.
Es claro entonces que,
fuera de la senda que marca la ley y por estos curiosos atajos, el destino
final no es la Justicia.
Los tránsfugas,
virtualmente ya se fueron.
No cuenten con los que pisotearon la fidelidad de ideales.
Se fueron, porque solo conversar aunque haya sido por curiosidad con el adversario, ya es haber perdido la confianza y la probidad hacia quien -mal o bien- les brindó cobijo hasta ahora. Por eso no es necesario expulsarlos ya que con repudiar tal actitud es cívicamente suficiente como para que la gente no ignore tales casos de exacerbada ciclotimia política e ideológica.
Es complicado mutar de paradigmas, ejemplos y convicciones.
Cruzar la vereda no se justifica haciéndolo en nombre de las necesidades de la gente a menos que se haya mentido a la hora de enunciar objetivos y proyectos, con lo que flota la sensación muy cercana a la certeza, que es el precio que a veces se debe pagar por el ejercicio de la demagogia.
Cuando generosamente a los burladores de la voluntad popular se les llamaba “panqueques”, surgió de allí una realidad que transforma ese mote en demasiado benigno porque vender su obligación cívica transfigura a los perjuros -nadie olvide que juraron lealtad- en pérfidos renegados de sus propias ideas y compromisos contraídos con la gente y consagrados en las urnas: no fueron elegidos para desertar sino para luchar por quienes los apoyaron y por los demás que no lo hicieron pero acataron la verdad y el mandato de los sufragios.
Ergo, la estafa es doble. Porque más allá de la felona y aleve actitud de Judas, la historia nos ha dejado otros penosos ejemplos de parecidas perfidias y es como si los responsables que renegaron de su obligación, buscaran refugio en la posibilidad de emerger de la basura ayudados por la benevolencia de quienes los tentaron a la aventura de la puñalada por la espalda pintándoles un paisaje de dudosa bonanza.
No tan sólo el centenario partido de Alem, Yrigoyen, Illia y
Alfonsín entre otros próceres padeció la estampida y en tal sentido la historia
argentina está jalonada por episodios de similares características, aunque este
caso nos golpea con mayor severidad porque nos sorprende más que como testigos,
en condición de azorados protagonistas de la historia viva.
¿Cuántos radicales de viejo cuño o de reciente determinación se sienten defraudados, vendidos, marginados, enzainados y engañados por la dirigencia?
Puede que en su defensa, si cabe, calce aquella sentencia de Gregorio Marañón quien sostuvo que “Cuando a un hombre le traicionan cuantos le rodean, más lógico que vituperar a los traidores es buscar la causa de que todos coincidan en traicionarle. Casi siempre esta causa es la falta de generosidad del traicionado”.
Con seguridad, más de un joven ascendente, militante sacrificado,
guerrero y comprometido, ha flaqueado en su fe radical al estrellarse contra el
muro de los eternos y vetustos personajes de lo que queda, más cercano a un
elenco estable que a un partido vivo, en movimiento, actualización y espíritu
de lucha.
Por más que se tome como repudiable la actitud de los que huyen, es en el mismo grado cuestionable la obcecación de muchos de los que quedan, aferrados a sus laureles de lustros atrás ahora mustios y envejecidos por los almanaques y por la propia realidad que pocas veces o casi nunca se preocuparon por renovar.
Los que quisieron irse ya se fueron.
Ahora los aguardan en el sitial de los jueces quienes confiaron en ellos, y en las últimas horas están tratando de recordar y aplicar como analogía, aquello tan viejo de las treinta monedas.
No cuenten con los que pisotearon la fidelidad de ideales.
Se fueron, porque solo conversar aunque haya sido por curiosidad con el adversario, ya es haber perdido la confianza y la probidad hacia quien -mal o bien- les brindó cobijo hasta ahora. Por eso no es necesario expulsarlos ya que con repudiar tal actitud es cívicamente suficiente como para que la gente no ignore tales casos de exacerbada ciclotimia política e ideológica.
Es complicado mutar de paradigmas, ejemplos y convicciones.
Cruzar la vereda no se justifica haciéndolo en nombre de las necesidades de la gente a menos que se haya mentido a la hora de enunciar objetivos y proyectos, con lo que flota la sensación muy cercana a la certeza, que es el precio que a veces se debe pagar por el ejercicio de la demagogia.
Cuando generosamente a los burladores de la voluntad popular se les llamaba “panqueques”, surgió de allí una realidad que transforma ese mote en demasiado benigno porque vender su obligación cívica transfigura a los perjuros -nadie olvide que juraron lealtad- en pérfidos renegados de sus propias ideas y compromisos contraídos con la gente y consagrados en las urnas: no fueron elegidos para desertar sino para luchar por quienes los apoyaron y por los demás que no lo hicieron pero acataron la verdad y el mandato de los sufragios.
Ergo, la estafa es doble. Porque más allá de la felona y aleve actitud de Judas, la historia nos ha dejado otros penosos ejemplos de parecidas perfidias y es como si los responsables que renegaron de su obligación, buscaran refugio en la posibilidad de emerger de la basura ayudados por la benevolencia de quienes los tentaron a la aventura de la puñalada por la espalda pintándoles un paisaje de dudosa bonanza.
¿Cuántos radicales de viejo cuño o de reciente determinación se sienten defraudados, vendidos, marginados, enzainados y engañados por la dirigencia?
Puede que en su defensa, si cabe, calce aquella sentencia de Gregorio Marañón quien sostuvo que “Cuando a un hombre le traicionan cuantos le rodean, más lógico que vituperar a los traidores es buscar la causa de que todos coincidan en traicionarle. Casi siempre esta causa es la falta de generosidad del traicionado”.
Por más que se tome como repudiable la actitud de los que huyen, es en el mismo grado cuestionable la obcecación de muchos de los que quedan, aferrados a sus laureles de lustros atrás ahora mustios y envejecidos por los almanaques y por la propia realidad que pocas veces o casi nunca se preocuparon por renovar.
Los que quisieron irse ya se fueron.
Ahora los aguardan en el sitial de los jueces quienes confiaron en ellos, y en las últimas horas están tratando de recordar y aplicar como analogía, aquello tan viejo de las treinta monedas.
QUEDAN SOLO 7 DÍAS
Es lógico que una elección presidencial, en
estos tiempos y en nuestro país, es el acontecimiento excluyente para la enorme
mayoría de los argentinos.
No voy a coincidir con muchos analistas que
plantean que la indiferencia popular ha sido el distintivo, porque se olvidan
de evaluar la enorme importancia del progreso tecnológico aplicado a las
campañas, que hicieron morir los actos multitudinarios, las dañinas e intensas
pegatinas y otros métodos promocionales que cayeron al desuso.
Ahora, el protagonismo es exclusivamente
mediático y dos minutos en la pantalla chica equivalen a juntar medio millón de
personas o más, en una plaza.
Incluso ahora, es más dinámica la aparición
de la ofensa descalificadora o el insulto gratuito, porque todo se expande con
velocidad pasmosa y las respuestas se generan en idéntica medida, lo que genera
una especie de violento diálogo a una distancia que evita agarrarse a
trompadotes, o dirimir las cuestiones a balazos, como solía ser la costumbre.
Hemos presenciado un festival no tan solo de
promesas y utopías, sino de agresiones y menoscabos; hemos sido testigos de
actos autoritarios y prepotentes; de abusos de los dineros públicos y de desencuentros
incluso entre seguidores de una misma corriente; nos ha tocado la pobreza de
partidos pobres y convicción enorme, pero en general, esa costumbre argentina
de hacer prevalecer las tiras que asustan a la tropa.
En una semana serán muchas las incógnitas
develadas, los secretos destrozados, los triunfos y las derrotas.
Será también el tiempo de las
justificaciones y del hipócrita reconocimiento de los errores cometidos.
Todo esto pasará, gracias a Dios, porque
será el resultado del ejercicio de esa maravilla de estilo de vida que se llama
democracia.
Será un día para acentuar entre los
argentinos, ganadores y perdedores, el respeto a esa insustituible forma de
vivir.
Por todo esto, vote a conciencia en base a
sus propias convicciones, dejando de lado el aluvión de propaganda y todas las
bondades que una vez más le prometieron, como siempre.
Vote con la cabeza, con el corazón y con el
alma.
Vote pensando en el mañana.
Y al pensar en el futuro, no se olvide de
votar con la memoria.
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