El entramado político, alucinante y despiadado, despertó de su letargo
tan sorprendido como amanecer y abrir los ojos en cama ajena, porque hasta
ahora una especie de piloto automático alimentado de soberbia no hacía pensar
en grandes novedades, y menos aún en horizontes turbulentos.
Sepultado el emblemático y añorado 54 por ciento del que se tomaron
especialmente aquellos cegados por su propia mediocridad, al pisar tierra firme no se encontraron con la
alfombra mullida o el confortable parquet sino con el lodo que meticulosamente
venían acumulando de error en error; de negación en negación; de cadena en
cadena.
De pronto los silencios se hicieron ominosos y funestos como presagiando
la peste cercana que suponía -y aún supone- una certeza de cercanos adioses
aunque para esos “elegidos” por suerte e impunidad no con las manos vacías.
Es cierto que para la historia y el reconocimiento quedan logros
trascendentales y plausibles como la Asignación Universal por Hijo, los planes
Procrear, el matrimonio igualitario, la Ley de Medios, la recuperación de YPF y
de Aerolíneas Argentinas, la ¿reactivación? de Fadea, la venta de
agrotecnología a Angola, la eliminación de la pobreza, el notable incremento de
la industrialización, la muerte de la desocupación, los satélites en órbita, el
fútbol para todos, las jugosas jubilaciones nacionales, el utópico tren bala, los
precios cuidados, el desendeudamiento, el control de la inflación, el fin del
narconegocio y la recuperación de la seguridad que supimos perder en baños de
sangre, luto y despojos.
Es probable que mi sospechada miopía cívica me impida recordar algunas
otras conquistas en beneficio de los argentinos, pero apelo al paso del tiempo
para que la historia, cuando las encuentre, las incorpore para ubicarlas en el
pedestal que se merecen.
Porque pase lo que pase, los vientos traen aires de cambios que no
necesariamente sean en las cúpulas políticas que gobiernan, sino en las
mentalidades de los que mandan, rogando que los gurúes ideológicos hayan
quitado las telarañas de las viejas ideas que solo servían para sostener
liderazgos muchas veces de cartón.
Todo esto se alcanzó por un detalle tan simple como magníficamente
emotivo y estimulante: el pueblo eligió por su cuenta y demostró que los
partidos políticos, desde el oficialismo que maneja la maquinita hasta el “cola
de perro”, gastaron enormidades de dinero tiradas al vacío.
A la gente no es necesario enseñarle a pensar como pretendía -o todavía
pretende- el bueno de Forster, porque la ciudadanía ha demostrado que tiene
criterio propio por encima de las promesas, de los cantos de sirena y del
malsano ejercicio de la demagogia y del asistencialismo.
Lo mágico, asombroso e impactante como resultado, es que la semilla de la
humillada y ofendida Democracia que casi tímidamente volvió a regar el Dr. Raúl
Alfonsín 32 años atrás, está comenzando a florecer.
Y eso sólo, de por sí, es maravilloso.
Gonio Ferrari
Tu radiogoniometro apunta para un solo lado, la derecha... mira que lo dice un no-peronista, me dio mucha pena que equipares a Raul Alfonsin con Macri, vos lo sabes bien, me hiciste acordar a 1984 de Orwell y la definicion (sacada de wiki), del doblepensar, te escucho desde hace años, desde que era chico, tu modulacion es agradable pero tus ideas... bueno, ahi va la definicion de lo que vos como tantos quieren hacer: Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto, sabe que está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad...
ResponderBorrarNo equiparo a Alfonsín con Macri. Simplemente comparo situaciones y comportamientos del electorado. Es la historia la que nos recuerda que por el '83 no todos tenían la sinceridad de expresarse abiertamente por Alfonsín. Ese era el voto oculto, íntimo, vergonzante y silenciosamente mayoritario que lo llevó al poder. Para los encuestadores en general, Luder era "número puesto". Y todas las definiciones que incluyes son parte de una intelectualidad que supera a la sencillez y honestidad de mi explicación, que va más allá de cultas especulaciones acerca del "doblepensar". No truco ninguna realidad pero a veces suele molestar recordarlas, lo que no es mi caso. Mis ideas son MIS ideas como lo son las tuyas que no tengo ningún derecho a cuestionar ni criticar. Si lo hiciera sería un autoritario censor. Creo tener coherencia profesional e íntimas convicciones ideológicas más allá de los rótulos derechistas o izquierdosos que ya me aburren por pasados de moda y frecuentemente bastardeados. Por eso tampoco asumo ninguna culpa. Pienso como pienso y respeto a quien piensa distinto. Cada cual sabe por qué lo hace. ¡Saludos!
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