SOLDADO QUE HUYE, BIEN
SIRVE PARA OTRO DEBATE
Es tan curioso el ritual de la política argentina, que muchas veces suelen ser más importantes las ausencias que las presencias.
Y si no, el reciente caso de timidez escénica que padeció el principal referente preelectoral del oficialismo así lo confirma, seguramente aconsejado por sus gurúes que sin dudas sostienen que si está bendecido de antemano por las encuestas, es mejor que se peleen entre los demás postulantes por aquello de que “a rio revuelto …”
El náutico bonaerense prefirió el silencio antes que enfrentar a una horda de curiosos que seguramente lo increparían por algunos de los temas que más afligen a los argentinos como la corrupción, la inflación, la inseguridad, el déficit de viviendas, la situación de los jubilados, la caída de reservas, el crecimiento de la pobreza y los evidentes progresos en el fortalecimiento del narcotráfico sindicado como el padre de la mayoría de los males que injurian a la sociedad.
Y como algunos malos ejemplos cunden, hizo “la gran Boudou” y privilegió un festival de rock transformando ese acontecimiento musical en velado insulto a la grey política argentina y a las crecientes expectativas ciudadanas.
Aunque se la tome como expresión de mal gusto, el tipo puso el freno de mano, dejó la butaca vacía, hizo notar su deserción pero la propia realidad llenó el contenedor de la incertidumbre porque al no existir el cotejo de ideas, propuestas, proyectos y promesas de todo el arco ideológico, la gente pensante quedó condenada al recelo parcial que es hermano putativo del escepticismo.
El gobernador de casi medio país faltó a una cita que más que obligación representaba un compromiso: el inexcusable deber cívico de dar la cara que es la manera más honesta de rendir cuentas y de abrir camino a una necesaria, impostergable como negada autocrítica.
Pero todo eso ya pasó.
Incluso el desborde mediático acerca del tema tiende a diluirse desde su trascendencia inicial, pasando por la lógica perplejidad del momento y terminando casi en el poco deseado terreno de la indiferencia.
El soldado huyó de la guerra, pero se llevó sus armas, sus argumentos, sus ideas, el caudal de promesas a futuro que no concreta ahora con el poder en la mano y la humana ansiedad que provoca el recelo frente al devenir de la campaña.
Fiel a esa postura tan argentina de no debatir por creerse triunfador, con toda certeza estará baqueteando el caño de su fusil, llenando de agua fresca la caramañola y lustrando el casco, porque ya dejó entrever que la primera vuelta no es de triunfo seguro.
Para una segunda que definiría la guerra, es para apostar que estará al frente, ¡firrrrme!.
Pero hasta ahora, su trinchera queda vacía, aunque llena de sospechas.
Gonio Ferrari
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