CUANDO LOS QUE MANDAN PIERDEN
LA VERGÜENZA, LOS QUE OBEDECEN
PIERDEN EL RESPETO:GRAN VERDAD
Seguramente la sentencia del
título corresponde a alguno de los grandes pensadores en la historia de la
Humanidad, pero vendría a ser la síntesis de un embrión que los propios
desaciertos y la indiferencia del gobierno están incubando, amparados en la maldita
y altanera impunidad que les otorga su permanencia de casi dos décadas en el
poder.
Casos hubo de igual o mayor
vigencia, pero es difícil encontrar algún modelo similar que durante tan
prolongado ejercicio del poder, hubieran quedado pendientes cuestiones
fundamentales que hacen a la calidad de vida como lo son la seguridad, la
educación, la vivienda, la salud pública y otros rubros de trascendencia.
Porque el drama de las
inundaciones en el sur no se solucionó, porque la
delincuencia avanza más rápido que la autoridad, porque el comercio de la droga
se expande más que la prevención, porque las escuelas están deterioradas y “se
maquillan” una semana antes de reiniciarse las clases, porque los insumos en
los hospitales nunca alcanzan, porque los asentamientos marginales crecen y
crecen, porque la Justicia es lenta y sospechada de dependencia política,
porque tenemos un faro sin mar, porque se hacen caminos que se pagan tres o
cuatro veces su valor, porque la pobreza en sectores puntuales no se atendió ni
se atiende, porque… porque…
La ciudadanía ha mostrado un
inusitado grado de tolerancia ante tantas falencias y es como si una especie de
amnesia cívica atacara en cada nuevo acto eleccionario: la memoria es demasiado
corta o los dueños de la demagogia son mucho más cerebrales que los votantes
pese a la indiferencia reforzada con la soberbia que incorporan como parte de
su personalidad una vez que llegan al poder.
Lo de las tarifas eléctricas más
se acerca a la alevosía que al error o la falta de recursos. Las tarifas
aplicadas en los últimos meses adquieren el nivel de confiscatorias, ofensivas,
desmesuradas, inoportunas y salvajes, por si lo que se necesitan son
calificativos para emparentarlos con la inoperancia y la ineficiencia.
Los comercios medianos y
pequeños deben sacrificar la calidad de sus servicios para poder afrontar la
factura, que en muchos casos supera el valor del alquiler del local. Y ni qué
hablar de los usuarios residenciales, también rehenes de los caprichos y los
excesos de pagos que injustamente se hacen a los jerarcas de la EPEC en nombre
de una “eficiencia” que no existe pero se cobra.
El componente impositivo es
otro contrapeso y el descontrol con los “enganchados” es creciente, porque son
los usuarios quienes los pagan y no la empresa, que es la responsable que
existan y se multipliquen pero no los ataca.
En cualquier otra comunidad
organizada del mundo, el despojo legal que significa la factura por el consumo
eléctrico, obtendría como respuesta aparte de una baja en el consumo, la
rebeldía de negarse a pagar en una actitud de legítima defensa.
Si aquí masivamente nos
uniéramos sin banderías partidarias pero en una resistencia
hermanada y nos
negáramos a pagar las facturas de la EPEC, “silla eléctrica” de los cordobeses,
¿tendría el gobierno las agallas y la espalda política para cortar el servicio
a mansalva?.
No se trata de una incitación a
la rebelión sino un llamado de atención para quienes dicen que rigen nuestros
destinos y ahora pretenden seguir quedándose en este mar de injusticias y
ceguera social, abdicando de una realidad dolorosa que durante tantos años
prometieron superar y no han sabido solucionar.
Porque más allá de lo que
sostenía Ibsen que “Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la
felicidad en esta vida”, suena más contundente, actualizado y aplicable el
concepto del genial Schopenhauer: “La desobediencia es la virtud original del
hombre. Mediante la desobediencia y la rebelión se ha realizado el progreso”.
Y no serán los angurrientos
malos políticos con vocación de eternidad en el poder los que sepulten ese
progreso, el futuro -y el presente- que los cordobeses nos merecemos.
Gonio
Ferrari
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