Aunque hoy celebremos 207 años como Nación, la
realidad pone en duda que hubiéramos aprovechado las lecciones de nuestra
propia historia.
Los políticos coinciden pensando e idealizando a la
Patria como la construcción de una gigantesca obra para nuestro bienestar
y para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo.
Y cada 25 de Mayo desde que me acuerdo, hoy a 207 años de
aquella gesta, vuelvo a considerar oportuno pensar en voz alta qué es la
Patria, desde mi simple condición de ciudadano.
Debe ser la Patria el paraíso donde podamos vivir en paz y en
libertad porque representa decencia, esfuerzo, sacrificio y compromiso.
La Patria no es el bolsón, el subsidio o la beca
para no trabajar.
Es honestidad a ultranza; entrega, amor por las raíces y
generosidad con nuestro prójimo.
La Patria es construir y no mentir.
Es buscar el bien común.
Es gobernar y obrar sin soberbia ni autoritarismo.
La Patria es administrar honradamente lo que
tenemos y elaborar aquello que necesitamos.
La Patria, por muchos devaluada en su concepto, es
educación, seguridad, ocupación, justicia y salud para todos, sin elegidos ni
marginados.
La Patria también es el respeto a los que piensan
distinto y a la Patria la hacemos en el campo y en la ciudad porque la transpiramos en la calle, en el taller, en la escuela y en el surco.
La Patria es diálogo, debate, disenso y también
necesaria discusión apasionada, en un marco de fraternidad republicana.
La Patria, nuestra Patria no es de civiles ni de militares, sino de
argentinos.
La Patria no es Videla, Menéndez ni cualquier otro genocida, pero
tampoco son Patria los Firmenich, los Montos, el ERP ni los otros corruptos.
La Patria es también rebeldía ante la injusticia,
cariño por lo nuestro y tolerancia con el prójimo.
La Patria envilecida por la rapiña impune solo se
cura con justicia honestamente independiente y no con la obediencia debida ni
el 2 x 1 de algunos jueces.
Trabajemos unidos, codo a codo y empecemos ya, desde arriba
hacia abajo y no perdamos tiempo, para que la desunión y los desencuentros no
sigan siendo más rápidos que los relojes y los almanaques.
Por eso, viene como anillo al dedo una declaración que quiero compartir
con todos:
“Los medios de protección que la Constitución nos proporciona,
son la libertad y los privilegios y recompensas conciliables con la libertad.
Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente.
Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestras
ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el
resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y
la disipación.
Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y
por eso tenemos pauperismo mental.
En realidad, nuestro pueblo argentino se muere de hambre de
instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de
ignorancia en el arte de hacer bien las cosas.
Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia.
Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso les mantiene
desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición.
El origen de la riqueza son el trabajo y el capital.
¿Qué duda cabe que la ociosidad es el manantial de la
miseria? La ociosidad es el gran
enemigo del pueblo en las provincias
argentinas.
Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y
el atraso mental de los cuales surgen los tiranos y la guerra civil, que serían
imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo”.
¿Quién suscribió todas estas verdades?
Fue Juan Bautista Alberdi, en marzo de 1855, han pasado ya 162 años y es como si lo hubiera escrito ayer.
Nos miremos honestamente hacia
adentro, le reiteremos a la Patria nuestro tácito juramento de fidelidad y
asumamos el compromiso de honrarla en la fortuna y en la adversidad.
Que el día de la Patria no sea
solo para empacharse de locro y lavar el auto.
Gonio Ferrari
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