UNA HISTÓRICA TRAVESÍA DESDE LOS
DERECHOS HUMANOS A LA RECIENTE
PESADILLA DE SUEÑOS COMPARTIDOS
Si el tema está en manos de la
Justicia es por algo y quien piense en una maniobra política pergeñada en año
electoral, puede visualizar dos opciones: una, que era hora de empezar a
terminar con un despojo mayúsculo que se habría perpetrado en nombre de los
derechos humanos, un sentimiento que a lo largo de la década saqueada fue a
parar -de manera casi exclusiva- al bolsón de los argumentos del kirchnerismo
una vez aferrado al poder, porque según la historia que se remonta a Santa Cruz
poco había hecho en tal sentido el matrimonio que creyó ser padre y exclusivo propietario.
La otra opción puede que
también tenga su fundamento en lo que es la moderna concepción de las campañas
preelectorales: mostrar logros y propuestas propias sin dejar de desnudar
pausadamente y día a día toda la mugre residual que pudieran cargar en sus
espaldas derrotadas y sin arrepentimiento, aquellos personajes ahora
opositores, que al amparo de la impunidad que les consagró el poder, se
sirvieron precisamente de los derechos humanos para estafar los pesares ajenos
y en su lacrimógeno nombre enriquecerse a costa del Estado, que somos todos.
Nadie cuestiona la lucha que en
su momento liderara doña Hebe, que en cierta medida fue desvirtuada por sus
aristas de venganza más que de Justicia; de revancha por sobre la reparación;
de represalia más que desagravio a la memoria. El movimiento que generaran las
Madres de Plaza de Mayo adquirió relieve internacional mientras fue una bandera
que enarbolaron en la búsqueda desesperada y en el castigo exigible para los
genocidas que instrumentaron la vigencia del secuestro, de la capucha, de la
tortura, de la muerte y de la desaparición.
Esa, vale reiterarlo, fue una
dura y valiente contienda entre el desacuerdo ideológico y el imperio del
terrorismo de Estado.
Penoso fue lo posterior, que
bajo la protección y la complicidad de funcionarios del mismo Estado, esta vez
salpicado por las dudas, la corrupción y
el “congelamiento” de la causa emergente en un juzgado adicto como lo era el de
Norberto Oyarbide.
Fue así que se encubriera el
despojo mayúsculo que con la caída del kirchnerismo en elecciones libres, que
la causa fuera avanzando hasta llegar a la incriminación de Hebe, los hermanos
Schoklender y varios funcionarios más del anterior gobierno por administración
fraudulenta en perjuicio de la administración pública y otros cargos, disponiéndose
embargos preventivos que sumados, rondarían los mil millones de pesos.
Doña Hebe por su lucha supo ser
ejemplo para el mundo, despertando lógica admiración y encumbrando su figura
pese a las burdas descalificaciones que tuviera con la figura y la universal
investidura del Papa Francisco, con quien luego haría buenas e inexplicables
migas. Mandó a sus fanáticos seguidores a utilizar como baño el atrio y el
interior de la Catedral, se abrazó con su amigo el genocida general Milani a
quien no cuestionó por ser del mismo palo político y por fin naufragó en el
ambicioso plan de construir viviendas para los más desposeídos, con dinero
nuestro; con dinero del Estado.
Respondiendo cloacalmente a las
acusaciones de la Justicia jugó a la rebeldía, para que la policía fuera a
buscarla y poder representar una vez más su estudiado y perenne papel de
víctima, lo que sumado a la carencia de autocrítica fue como si suscribiera un
pacto de fidelidad al estilo “K”.
Aunque sea lerda, la Justicia
también llega para que los acusados le respondan, que es lo mismo que
responderle al pueblo sobre todas las dudas y las sospechas, porque el Fiscal
sabe que ella -doña Hebe- avaló como titular de su Fundación todas las
decisiones de Schoklender y conocía de los desmanejos financieros pero aprobó
los balances irregulares.
Es bueno ir conociendo la
realidad y desmitificando ciertas posturas guerreras y falsa e hipócritamente
solidarias, porque son las que minan la confianza de la gente en instituciones
que aparecen como sensibles y responsables frente a la necesidad ajena.
Más allá del rugiente y ominoso
silencio kirchnerista sobre el tema, la mudez de su militancia y la llamativa exclusión
de funcionarios de inevitable conexión con esos delitos, es para pensar que si
el abrigo de un techo es un derecho humano que de sueño compartido termina en
pesadilla, el juicio de los hombres es secundario.
Si en gente tan desalmada
existieran la voz y el juicio de la conciencia sería suficiente, justo y eterno
castigo.
El pañuelo blanco, siempre lo dijo doña Hebe,
no se mancha.
Gonio
Ferrari
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