AHORA LA NIÑA PUEDE
VOLVER A SUS SUEÑOS
No es que
todo haya pasado porque recién comienza una etapa nueva en la convulsionada
vida de una criatura que está más cerca de las muñecas y de algún piquito
furtivo, que del rouge y la sombra de ojos, precursores de las ligas mayores en
esa especie de competencia que libran las niñas en su vertiginoso camino que
pasa por una apresurada adolescencia rumbo a la juventud que es donde creen que
enarbolarán una bandera de conquistada libertad.
Será tarea de
los estudiosos juzgar si en realidad fue niña encerrada en la candidez de su
inocencia o fue silenciosa mártir del oprobio que reina en el terreno de las
promiscuidades, allí donde la prepotencia de los años y la muerta persuasión de
la violencia logra oscuras satisfacciones e impone infames silencios tan familiares
como compartidos y encubiertos.
Niña de
algodón y brisas, sobreviviente o sobremuriente en una torpe y atropellada sociedad
que llegó a juzgarla como culpable en lugar de ampararla, contenerla y
escucharla como víctima. Que la condenó por la sospecha en lugar de ofrecerle
un hombro con cariñosa tibieza maternal para que allí tiemble, llore y
desahogue su tormento que la llevó a preferir las distancias por encima de
alguno de los afectos que aún le quedaban.
Niña de
rubor, mostacillas y risas a quien los infames le aceleraron el reloj de su
niñez.
Niña de
candor y de pureza vulnerada.
¿Habrá leyes
de los hombres que impongan justicia, condena y sanción para quienes quebrantan
la ingenuidad y la confianza?
¿Existen
códigos que obliguen a reparar lo irreparable?
Tontas
preguntas para una cuestión tan visceral como es la preservación de ciertos
valores que las niñas atesoran en su rincón de las virtudes.
Muchas veces
el amor inmerecido lleva por atavismo a la complicidad de los silencios que no
desgarren el eterno cordón umbilical.
Niña de
lejanías y pesares; de lágrimas a escondidas y alma injuriada, tienes tanto
para vivir como mucho para olvidar y nada que perdonar.
Chiquilla
dulce empujada al calvario, podrás al tomar cabal noción de tu breve historia
optar por aquellos que sostienen que el perdón es casi siempre el padre de la
reincidencia o adherir a los que prefieren la indulgencia de predicar que la
última y definitiva justicia es el perdón.
Aunque todo
lo que habrás padecido sea imperdonable, abrázate a la ilusión de tener una
vida por delante, un horizonte de luces, un futuro de auténtico y bien ganado
cariño, porque dejando de lado la eterna e irredimible culpa encerrada en la
sucia conciencia de quienes te humillaron, mereces ser feliz.
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado