SON ARTESANOS DE FAMAS AJENAS,
ANÓNIMOS PERO IMPRESCINDIBLES
Es demasiado frecuente que la
mayoría de los periodistas, afectados por ese curioso síndrome de marquesina
que se contagia de su cercanía con la fama y la notoriedad, olvide
voluntariamente o no, que su tarea pasaría inadvertida -por inexistente- si no fuera por la tecnología que manejan tanto
operadores como fotógrafos o camarógrafos.
Y es una vieja deuda pendiente, atribuible a la conducción de los medios, que opta por elevar al estrellato a las caras visibles de sus productos, sin tomar en cuenta que dejan en el camino, precisamente, a quienes les posibilitan la exposición pública y por ende el conocimiento masivo que conduce a la aureola de la nombradía y en muchos casos, de la celebridad.
Así como no existiría la televisión sin imágenes, imposible sería concebir a la radiofonía sin operadores especializados ahora en sus dos versiones, masculina y femenina, verdaderos artífices insustituibles para la salida al aire, virtualmente octópodos de reacciones instantáneas y amplísimo conocimiento de la musicalidad de un mensaje que desde la consola se multiplica en cada receptor y a través de la tecnología universalizada, se pasea hasta en los más remotos rincones del mundo y los satélites y naves espaciales los llevan a la inmensidad del cosmos.
Hoy se festeja el Día del Operador de Radio, ocasión propicia para que la gente tome conciencia del olvido que con estas líneas se pretende subsanar, porque la digna y silenciosa tarea de estos prestidigitadores de los sonidos, los teléfonos, las grabaciones, los CD y los micrófonos, están mostrando humildemente que son merecedores de respeto y admiración como desagravio a una inmerecida y prolongada omisión.
Pulgares hacia arriba, la seña de que todo está bien, luz roja en el estudio, micrófono abierto, detalles todos que indican el inicio de una nueva instancia en esta aventura interminable que es hacer radio y gozar por ella.
Todo esto, sin los operadores, sería imposible.
Gonio Ferrari
ANÓNIMOS PERO IMPRESCINDIBLES
Y es una vieja deuda pendiente, atribuible a la conducción de los medios, que opta por elevar al estrellato a las caras visibles de sus productos, sin tomar en cuenta que dejan en el camino, precisamente, a quienes les posibilitan la exposición pública y por ende el conocimiento masivo que conduce a la aureola de la nombradía y en muchos casos, de la celebridad.
Así como no existiría la televisión sin imágenes, imposible sería concebir a la radiofonía sin operadores especializados ahora en sus dos versiones, masculina y femenina, verdaderos artífices insustituibles para la salida al aire, virtualmente octópodos de reacciones instantáneas y amplísimo conocimiento de la musicalidad de un mensaje que desde la consola se multiplica en cada receptor y a través de la tecnología universalizada, se pasea hasta en los más remotos rincones del mundo y los satélites y naves espaciales los llevan a la inmensidad del cosmos.
Hoy se festeja el Día del Operador de Radio, ocasión propicia para que la gente tome conciencia del olvido que con estas líneas se pretende subsanar, porque la digna y silenciosa tarea de estos prestidigitadores de los sonidos, los teléfonos, las grabaciones, los CD y los micrófonos, están mostrando humildemente que son merecedores de respeto y admiración como desagravio a una inmerecida y prolongada omisión.
Pulgares hacia arriba, la seña de que todo está bien, luz roja en el estudio, micrófono abierto, detalles todos que indican el inicio de una nueva instancia en esta aventura interminable que es hacer radio y gozar por ella.
Todo esto, sin los operadores, sería imposible.
Gonio Ferrari
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