CUANDO LA SOBERBIA SE ACENTÚA
ES QUE APARECE LA DESMEMORIA
No es necesario exigirle demasiado a la memoria para traer a la mente y al raciocinio aquellos tiempos duros para buena parte de la sociedad argentina, cuando como por arte de magia o de mentira desde el poder partía ese mensaje de bienestar y progreso basado en que no existían la inflación, la pobreza ni la desocupación.
Tampoco eran parte de nuestra realidad cotidiana la pérdida del poder adquisitivo del salario y la fantasía llegó a tan delirantes niveles que hasta se aseguraba que en Alemania había más indigentes que entre nosotros, los regidos por el modelo nacional y popular.
Pasó lo que pasó con una transición traumática aunque sin caer a eso tan negativo y negador de los recuerdos como lo es aquello de “borrón y cuenta nueva”, pese a lo complicado que resulta escribir algo entendible sobre el pizarrón plagado de garabatos.
Ahora, quienes cargan en sus espaldas y en la conciencia del fracaso el peso de una culpa no asumida, pretenden enseñar a gobernar y en lugar de hacerlo desde la humildad del derrotado, se empinan en su propia soberbia que es la causante innegable de su lamentable amnesia.
No les importa o no quieren reconocer el burdo desapoderamiento de cuantiosos bienes, como si esa maniobra fuera un pasaporte a la tardía honestidad y endilgan a sus reemplazantes en el poder, acciones que durante mucho tiempo fueron sus banderas ante el pueblo, como por ejemplo una, la mentira de las estadísticas que dibujaba el IndeK.
Todo se sabe. La verdad como la falacia recorren un camino circular y en algún momento vuelven a sus orígenes y pasan por allí hasta el papel carbónico de la historia que se cansa de recordarlas.
Ahora que vienen los tiempos más cercanos a “devolver” que a volver, puede que exista una toma de conciencia que al menos lleve a no mentir.
Es para asignarle alguna razón a Maquiavelo, quien supo sostener que la naturaleza de quienes son soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad.
Ni más ni menos, salvo eso de la “humildad” …
Gonio Ferrari
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