DISIPAR DUDAS DE LOS JUBILADOS
FUE LA CONSIGNA DEL ENCUENTRO
Ni una butaca quedó libre en el
Cine Teatro Córdoba, cuando ayer se concretó una charla tendiente a disipar
dudas que los jubilados pudieran abrigar con motivo de las recientes leyes que
entraron en vigencia y que están relacionadas con ese sector de la comunidad.
A sala llena el abogado Héctor
Mario Silvestro, especialista en temas previsionales,
Como el objetivo era la
presentación en ámbito abierto del programa “Síganme los buenos” que los
domingos difunde AM580 Radio Universidad, no faltó el aporte de la música
característica de dicho espacio y fueron un suceso las entregas que con sus canciones
hicieron Carina Ciceroni, la pureza de su canto y un particular estilo que
conmovió a la concurrencia, sucediendo otro tanto con la presentación de la
joven y ascendente Lisette, quien acompañándose con su bandoneón deleitó con
creaciones tangueras y temas internacionales.
Dos cordobesas que son un
orgullo por su calidad artística, pero más que eso, por su solidario compromiso
de apoyo a quienes todo lo merecen, que son los adultos mayores.
La conducción del encuentro,
técnica y musicalmente operado por el joven aunque experimentado Juan Meis,
estuvo a cargo del periodista Gonio Ferrari, creador y director de “Síganme los
buenos”.
Luego de la bienvenida, las
explicaciones del Dr. Silvestro centradas especialmente en los beneficios a
nivel nacional, los intermedios musicales y la avalancha de preguntas al
letrado especialista con relación al tema convocante, Gonio Ferrari cerró el
acto con palabras a través de las cuales reafirmó su posición acerca de las
jubilaciones provinciales, sus rarezas, perspectivas, temores y rumores.
Seguidamente, el texto de dicha
alocución:
“Señoras, señores: Tomados en
su conjunto, los montos jubilatorios en la provincia son altos en comparación a
lo que erogan la Nación y el resto de las provincias argentinas.
Así y todo, la injusticia del
despojo comenzó a maquinarse cuando en pago de favores políticos se otorgaron
beneficios a miles y miles de beneficiarios que jamás habían aportado un mísero
peso, con lo que la estabilidad financiera de la Caja sufrió un colapso que aún
perdura pese a las argucias por esconderlo.
Una travesura matemática a la
que llegaron los avezados manipuladores que luego fueron premiados con cargos
de alto nivel, derrotó a la lógica, y apoyada tal maniobra en la abierta
inconstitucionalidad de la ley 10.333, el declamado y ya percudido 82 por
ciento se transformó en un indigno y ofensivo 73 por ciento, o menos, merced a
una curiosa, inédita y caprichosa manera de liquidar las jubilaciones sin
respetar la relación con lo que cobra un activo del mismo cargo.
La frialdad matemática y la
necesidad imperiosa de contar con el dinero ajeno -porque es de los jubilados y
no del gobierno- transformó al beneficio en una maligna y perversa costumbre
mensual, sinónimo de abandono e indiferencia, al amparo de una ley nacida en
las tinieblas de una madrugada.
A este desatino debemos
agregarle el agudo problema de la pésima atención médica a los pasivos, en
establecimientos privados que son los puntales del sistema, como los hospitales
Italiano y Privado y el Sanatorio Allende, tanto o más saturados como los
estatales, donde se otorgan turnos con dos meses de espera para consultas que
no pasan de los 10 minutos y con el pago muchas veces, sin recibo por cierto,
de un coseguro ilegal que antes se le llamaba plus y que tanto médicos como
sanatorios negaban su existencia, pero si no se pagaba, no había atención.
Es hora de hacerle entender al
poder que las confiscaciones y las retenciones indebidas a los jubilados,
configuran también una injuria a los derechos humanos de lo que tanto se habla
a la hora de los discursos y de las promesas.
Estaría avanzado el estudio de
un sistema que terminaría con el pago de la pensión al viudo o la viuda del
afiliado fallecido, con lo que la Caja dispondría entonces de una respetable
suma mensual que le serviría para seguir tapando huecos en sus desquiciados
números.
Roguemos que sólo sea una
versión o un chisme.
El Estado no debe, aunque puede
hacerlo y lo hace, disponer de los dineros que están asignados a la previsión
social y está en la lucha y la constancia de cada uno, hacer que se respete la
ley.
No hacerlo, equivale a
transformarnos, a todos y a cada uno de nosotros, en cómplices y encubridores.
Queremos agradecerles de
corazón que hayan venido; que nos hayamos acompañado; que las dudas no sean
tantas; que nos ayudaran a recuperar la fraternidad perdida frente a la desidia
instalada.
Y les ruego unos instantes de
silencio, como homenaje a todos aquellos jubilados para los que el adiós fue más
rápido que la Justicia.
Volvamos a nuestros hogares con
el espíritu renovado y confiados en un futuro mejor a través de la lucha a la
que nos obligan quienes nos despojan.
Basta de tolerar que ellos
aseguren su futuro robándonos un pasado de sacrificio, a cambio de un presente
de ofensas, de lo que se aprovechan porque nos ven callados y dispersos, casi
resignados.
Basta de silencios.
Basta de miedos.
En paz y del brazo de la ley
nos hagamos escuchar y cuando se nieguen a escucharnos, a nuestra manera
hagamos tronar el escarmiento.
Sepan, señores gobernantes, que
aún pensamos.
Somos muchos y todavía
votamos”.
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