ATACADO DE ANGUSTIA Y DEPRESION,
LAZARO BAEZ QUIERE IRSE A SU CASA
Al fin
y al cabo con enorme respeto por los derechos humanos, es que cualquier
argentino pudo suponer que en ciertos casos la indulgencia y una postura
humanitaria, imponían un tratamiento preferencial hacia esa “nave insignia” del
kirchnerismo saqueador, responsable -en lo que por ahora se sabe- de uno de los
despojos más alucinantes que registran las páginas de nuestra rica historia.
El
dueño de las bóvedas, variedad de escondrijos y “canutos”, al amparo de lo que
pensó y en ese sentido especularon sus encumbrados mandantes, que gozarían la
eternidad y la indemnidad del poder, concretó multimillonarias compras como
testaferro por sumas siderales, y pasaron a su compartido y societario
patrimonio empresas, inversiones, cuantioso efectivo y otras adquisiciones.
Pero
las cosas no se dieron como lo apetecían los dignatarios del modelo nacional y
popular, pero ya era demasiado tarde para los súbitos arrepentimientos y arranques
de honestidad, más aún cuando al igual que la autocrítica el mea culpa jamás
existió, hasta el punto que muchos funcionarios pensaban que eso -el “mea
culpa”- era “tomar diuréticos” y luego
confesar haberse hecho encima.
Y como si a los números de los malestares
físicos a Lázaro Baez se los hubiera manejado el Indec de sus buenos tiempos,
había bajado en realidad 4 kilos pero el preso -alojado en el penal de Ezeiza
donde hace gala de su proverbial generosidad y le paga la comida a varios
reclusos- acusaba, enjuto y dolorido, una pérdida de 16 kilos.
Uno de
sus abogados, en las últimas horas, solicitó a través de un escrito para que
“de manera urgente le otorguen la prisión domiciliaria” porque según su
apreciación, “padece un estado depresivo ansioso”.
El
empresario presenta un trastorno de adaptación con un estado de “ánimo depresivo”
y está “angustiado por su situación judicial”, le recomendaron tratamiento
sicológico, algo que ya
está haciendo en el penal”, indicaron las fuentes judiciales agregando los
peritos oficiales que “el lugar donde cumple su detención es adecuado para su
tratamiento”.
Sin
embargo, en un nuevo escrito, el abogado del gran preso, Maximiliano Rusconi,
insistió con que "Báez padece
de sobrepeso, sedentarismo y dislipemia, con diabetes tipo II de 7 años
de evolución, además de hipertensión arterial y adicionalmente, asma bronquial
leve persistente y gastritis crónica en tratamiento", sumando a todo esto
que su defendido presenta una "alta
morbimortalidad de acuerdo a su edad" (60 años), y añade que a
esto se suma "el estrés constante al que está expuesto producto de su
detención" lo que le genera "un aumento de sus niveles de adrenalina
y cortisol, con el desequilibrio metabólico".
Resumiendo,
solo le falta la caspa.
Y si es
por el estrés y la ansiedad que agobia a los reclusos, abramos todas las
celdas, viva la joda y clausuremos las cárceles.
Como
respuesta, el cuerpo forense le informó al Fiscal Casanello -aún vivo y sin vocación
suicida- que el bueno de Lázaro "se
presenta lúcido, afebril, hemodinámicamente compensado, orientado en
tiempo y espacio" y destacaron: "Sin signo de enfermedad física aguda
en evolución".
Y con
60 pirulos encima, bien alimentado, robusto, risueño y saludable como luce, es
para pensar que Lázaro Baez tiene la obligación de empezar a pagarle a la
sociedad todo el daño que hizo; todos los infartos que seguramente provocó,
todas las carencias en hospitales por su vocación de rapiña; todas las indignaciones
de verlo rodeado de dinero malhabido; todas las penurias ocasionadas a tantos
argentinos que vieron y todavía miran con espanto la impúdica manera de robar
que exhibieron.
Tiene
al menos una década para purgar sus delitos que ya dejaron de ser sospechas.
Aunque
en verdad con el tiempo veremos que sucede lo de siempre en cuanto a la
consagración de la impunidad: las trenzas políticas y la debilidad de la
justicia llevan a la liberación por los oscuros vericuetos de las
negociaciones, las complicidades y los silencios compartidos.
Y
seguramente cuando salga, después de los abrazos con sus cómplices, abrirá sus
escondites y podrá gozar de nuestro dinero.
No es
una mirada sesgada ni un pronóstico apocalíptico, sino la más pura
interpretación del futuro con base en la memoria y en la historia.
Los
argentinos humillados, ofendidos, menoscabados y despojados, tenemos la
obligación de exigir, más allá del rigor, el simple respeto por lo que dice la
ley.
Y eso
para todos … y todas, debe ser innegociable.
Gonio Ferrari
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