GRAVE DELITO DEFRAUDAR LA
CONFIANZA DE LA COMUNIDAD
En el tiempo de bárbaras naciones,
colgaban de las cruces los ladrones;
pero ahora en el siglo de las luces,
del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
(Hugo Foscolo)
Para muchos no fue tanta la
sorpresa enterarse que una gavilla de salteadores domiciliarios era comandada
por un jefe policial, que para colmo tenía a su cargo de Dirección de
Investigaciones de la institución con asiento en la cercana Villa Allende, con
lo que aprovechaba para enterarse de muchas situaciones y de los movimientos de
la fuerza, merced al hecho de contar con los equipos de comunicaciones que
estaban a su disposición.
El hampa metida en la policía
no es novedad como tampoco privativa de este gobierno sino que todos y de
cualquier color, en distinta medida, porque ninguno tuvo la rigidez necesaria a
la hora de las incorporaciones que por lo general han sido, son y seguirán
siendo la moneda de pago para cierto nivel de militancia, o el reconocimiento
por favores recibidos cuya catadura no es momento de evaluar, porque con la
imaginación basta.
La policía nunca dejó de ser
“botín de guerra” para los gobernantes, que debieron entrar en el maligno juego
de compartir silencios, esconder hechos gravísimos, deformar la verdad y
dibujar las mañosas estadísticas en el vano intento de vender una seguridad
inexistente, derrotada por la impunidad permitida y negociada y ese afán
enfermizo de intentar meternos en la cabeza que el creciente reinado de la
delincuencia era y es solo una estúpida sensación de los vecinos miedosos y una
exageración de los periodistas .
¿Cuántos hechos delictivos
protagonizados por policías se han conocido en los últimos años?. Si los
números fueran honestos y se abrieran los escondrijos donde se atesoran ciertos
secretos internos, sería una terrorífica revelación para la ciudadanía,
ofendida por esa perversa sociedad que forman los supuestos y desleales
defensores de las leyes y sus más violentos detractores y no tan combatidos
enemigos.
Cuando a la policía -más allá
de lo científico y técnico- se la maneja políticamente con todos los turbios
intereses que a veces son parte de la personalidad de los malos dirigentes, por
errores o inacción se consigue llegar a lo que ahora vivimos los cordobeses:
una subversión tal en los valores, que los delincuentes andan sueltos y los
decentes y honestos debemos enclaustrarnos entre rejas.
Lo de barrio Cofico, el saqueo
durante una cena de jueces, políticos y abogados, es sólo una anécdota más
dentro de la podredumbre, porque es el resultado de la incorporación y a veces
el ascenso de individuos a quienes se “les lavó” el prontuario o cuentan con
antecedentes descalificadores que no son tomados en cuenta o se subsanan con
una esquela de tres líneas o un llamado telefónico “desde arriba” y a veces
desde demasiado arriba.
De la policía entre otros
elementos “desaparecen” (robadas o “alquiladas”) armas que luego son usadas en
asaltos y teniendo todos los elementos como para esclarecer esos hechos
perpetrados en la mismísima Jefatura, pasan con el tiempo al más oprobioso de
los olvidos, casi como para empezar de nuevo.
Y empiezan de nuevo. Y siguen…
¿Algún resultado? ¿Alguna
sanción? Nada que se sepa.
En los últimos años se ha
incorporado con una fuerza atroz y millonaria el elemento droga, hasta el punto
que hay sectores de la ciudad donde sólo ingresan lo que los narcos consideran
“cobanis amigos”. El descarado comercio de sustancias prohibidas en las narices
policiales no es sólo un agravio y un ultraje a la inteligencia de los vecinos,
sino que representa el triunfo de la indemnidad por encima de la ley y de
quienes están para hacerla respetar.
Lo penoso es que muchos buenos
policías, honestos y sacrificados servidores, arriesgan sus vidas en esta lucha
desigual que ya la saben perdida porque esos efectivos también son víctimas del
desamparo de las propias autoridades, que los dejan convivir con el enemigo que
viste idénticas ropas pero con intenciones oprobiosamente opuestas.
La podredumbre ya superó a esa
manzana que consideraban el foco de la criminalidad y el contagio es creciente,
lo que penosamente corroboramos cada vez que sale a la luz un hecho delictivo
que mezcla y complica a policías en actividad.
Es para rogar que eso que se
comenta estaría sucediendo en el norte de la Provincia, con efectivos policiales
de alto rango involucrados en secuestros extorsivos, sea tan patraña como lo
que desde la gobernación se empeñan en insistir: que seguimos padeciendo una
sensación.
Gonio
Ferrari
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