EL CARTERISTA QUE NOS METE
UNA MANO EN CADA BOLSILLO
En el apretado interior de un ómnibus donde están prohibidos
los roces o en la marea humana de una urbana concentración de gente, el riesgo
que algún carterista nos meta uno de sus hábiles "ganchos" en el
bolsillo, se multiplica si la indemnidad lo acompaña, como por ejemplo la
complicidad de quien nos empuja o nos distrae para que el "caco" haga
su faena, que suele ser tomada como un "trabajo" por los amigos de lo
ajeno.
Pero cuando es el Estado, supuestamente protector, el que
impunemente y apoyado sólo por sus personeros te mete no una, sino ambas manos
en los bolsillos, es que el ciudadano más allá de la lógica bronca, sufre la
agresión de un elemento -la insensibilidad social- para la cual no
existen la prevención ni los remedios.
En realidad la prevención debiera aplicarse en el momento de
votar pero ya está hecho, con lo que el daño adquiere mayor magnitud porque se
acentúa por el agregado del engaño basado en la siempre vigente demagogia de
los malos políticos.
De un solo golpe los cordobeses ya estamos poniendo ambas
mejillas para recibir un par de traicioneros sopapos, o si se prefiere, que el
carterista nos haga víctima de un doblete robándonos de dos bolsillos al
aumentarnos desmedidamente los precios de la electricidad y del boleto del
transporte urbano.
El caso de la EPEC ya es crónico por ineptitud en su
administración, y del servicio de ómnibus y troles por la evidente complicidad
gremial-empresaria agravada por la ciclotimia municipal a la hora de aplicar
los legales e imprescindibles correctivos.
Los directivos de la empresa eléctrica seguirán cobrando esa
anual e inmerecida "bonificación por eficiencia" por proveer el
servicio de dudosa calidad pero el más caro del país, al igual que los
empresarios del transporte regulando a su antojo las frecuencias para engordar
sus utilidades, con el beneplácito sindical lo que lleva a una conclusión que
para nada beneficia a los usuarios: el boleto más oneroso de Argentina y los
mejores sueldos a los choferes, para una prestación en muchos casos lamentable.
Un estado como el cordobés, selectivamente dispendioso hacia
adentro y amarrete hacia la sociedad, no es correcto que gaste más en vender
una imagen de eficiencia que no tiene, en comparación a lo que debiera erogar
para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, casi como un remedo a la
situación nacional -de donde surgen todas las políticas de Estado- que no
encuentra el rumbo correcto, al menos el que tanto se anunció en la campaña
precomicial.
Y así, con una base de insensibilidad, es imposible superar
cualquier crisis que pueda ser tomada como rémora a la hora de los pretextos o
de asumir responsabilidades por equivocación o por omisión.
Miremos el panorama con la honestidad de la autocrítica
descarnada para no terminar siendo devorados por la certera apreciación de
Frossard: "En su incomparable cobardía, la sociedad contemporánea prefiere
legalizar los errores antes que combatirlos".
Gonio Ferrari
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