LA TRADICION DEL
ARBOLITO EN
UN MODELO AL MENOS
CURIOSO
Ya sé. No me digás. Tenés razón, recita el tango y es cierto: ¡que
vertiginosa manera de pasarse volando el año! Peor aún, algunos ya se están
preparando para el Carnaval…
Con la memoria todavía fija en el momento que debimos desarmarlo en el
último enero nos encontramos con que hay que volverlo a resucitar y dentro de
lo posible con algún cambio que haga menos aburrida la rutina del arbolito
navideño, la reposición de los adornos (años atrás eran tan frágiles) y probar
la línea de luces.
Por eso hace menos de un lustro
se me ocurrió hacer cada diciembre algo fuera de lo habitual, dejar las
guirnaldas invernales, los falsos copos de nieve y con perdón de la palabra,
las bolas siempre iguales, redondas, brillantes u opacas porque todo ese
paisaje de otro hemisferio ya no entusiasmaba a nadie.
Y entonces me dije: si el
gobierno gasta tanto dinero haciendo un arbolazo en la Plaza España e
iluminándolo a despecho y ofensa de las impenetrables oscuridades barriales,
¿qué me impide hacer algo más económico y utilizando material gozado y usado?
Además y sin egoísmos, me pareció
que no debía encerrar el fruto de mi original creatividad en la reducida
geografía de mi casa, sino mostrarlo a quien quisiera ver algo curioso como
alegoría a la Navidad, sin tener que costearse hasta el Parque Sarmiento de
noche con todos los riesgos que ello implica en la Nueva Córdoba casi liberada
a los pirañas, arrebatadores, asaltantes y ladrones de autos.
Mis vecinos y amigos del “Café de la Plaza” permitieron que el arbolito,
mi arbolito, luciera en su interior mostrando lo que es posible realizar con
dos pinzas, un alicate, infinita paciencia y mucho de amor: nada menos que 117
adornos distintos elaborados con los casquillos y alambres de botellas de
champán -importados, y espumantes nacionales-
para ubicarlos en las ramas disfrazadas de blanco.
Así de simple, en la esquina de Fragueiro y Baigorrí, frente a la Plaza
Rivadavia de Alta Córdoba en el bar más bonito de la ciudad, podrán advertir
que es mentira, eso que ya todo estaba inventado: allí verán un arbolito de
Navidad único, que no será enorme como el que montaron en el inútil faro para
un mar ausente, pero que encierra en su simpleza el espíritu de una fiesta tan
tradicional.
Gonio
Ferrari
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