13 de febrero de 2019

Talleres en el Morumbí paulista


CON  UN  EQUIPAJE DE SUEÑOS Y LA
COMPAÑÍA DE HISTÓRICOS DUENDES
   No debe ser nada tranquilizador eso de enfrentar a uno de los equipos con más laureles al menos en esta parte del mundo hablando del continente americano, porque el dueño del Estadio Morumbí que puede albergar a más de 67.000 personas en sus palcos y tribunas, espera a nuestro Talleres con el cuchillo entre sus dientes y tiene la obligación de remontar un 0-2 sin que le metan una pepa, porque en ese caso tendrá que anidar cuatro veces el cuero caprichoso en la valla del cordobés.
   Ya están todos allá en la nerviosa, superpoblada, vertiginosa e industrial ciudad cuya geografía urbana alberga a más de la mitad de lo que es la población argentina, en la tensa espera de que llegue “la hora de los bifes” para demostrar que lo ocurrido días atrás en el Kempes no fue buena suerte ni casualidad, sino el compromiso de un grupo de gladiadores con sus pies como armas, el “pecho frío” a guisa de escudo y los espíritus dispuestos a la lucha, aunque para muchos tengan el plumaje de ciertas aves que de cualquier manera, son ponedoras de lo que se necesita.
   Dejemos entonces de lado la creatividad de “la gastada” hacia aquellos a los que llaman “tolerancia cero” por eso de “ni una copa” y que en el césped paulista brillen las gambetas, el sudor, el talento y el esfuerzo de quienes ahora luchan más allá que por la victoria están empeñados en que Córdoba, nuestra Córdoba, recupere viejos lauros.  
   Así seas pirata, glorioso, académico o lo que quieras, no te olvides que por encima de las camisetas está esa otra, la que nos llena de orgullo cuando nos identifican por la tonada, por el “fernando”, por Lugones, por lo ocurrentes, por Vélez Sársfield, por lo solidarios, por Tosco, por la moto “Puma”, por Seguí, por Illia aunque era bonaerense, por el Negro Alvarez y por tantos otros que honraron nuestra mediterránea provincialidad.
   Y sin diferencias de estandartes o de “trapos” tribuneros, empujemos para que uno de nuestro hijos dilectos siga en esta carrera por la conquista de un trofeo de tamaña importancia como por el que están luchando, después de emerger del segundo infierno -o de más abajo- de jugar con equipos de distantes categorías con relación a la que actualmente lo tiene como animador.
   Es lo de menos que ellos hayan ido a Brasil o no para mezclarse con el delirante fervor de las tribunas, pero me juego un pedacito del corazón que cada uno en sus mochilas y en el alma, llevan mucho de esos duendes albiazules, símbolos eternos que han derrotado a los almanaques como el “Hacha” Ludueña, Luisito Galván, “Daniel de los estadios” y tantos otros que llenaron de gloria, goles y alaridos de victoria a la vieja aunque centenaria y renovada institución de Barrio Jardín.
Gonio Ferrari  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Su comentario será valorado