CON UN EQUIPAJE DE SUEÑOS Y LA
COMPAÑÍA DE HISTÓRICOS DUENDES
No debe ser nada tranquilizador
eso de enfrentar a uno de los equipos con más laureles al menos en esta parte
del mundo hablando del continente americano, porque el dueño del Estadio
Morumbí que puede albergar a más de 67.000 personas en sus palcos y tribunas,
espera a nuestro Talleres con el cuchillo entre sus dientes y tiene la
obligación de remontar un 0-2 sin que le metan una pepa, porque en ese caso
tendrá que anidar cuatro veces el cuero caprichoso en la valla del cordobés.
Ya están todos allá en la
nerviosa, superpoblada, vertiginosa e industrial ciudad cuya geografía urbana
alberga a más de la mitad de lo que es la población argentina, en la tensa
espera de que llegue “la hora de los bifes” para demostrar que lo ocurrido días
atrás en el Kempes no fue buena suerte ni casualidad, sino el compromiso de un
grupo de gladiadores con sus pies como armas, el “pecho frío” a guisa de escudo
y los espíritus dispuestos a la lucha, aunque para muchos tengan el plumaje de
ciertas aves que de cualquier manera, son ponedoras de lo que se necesita.
Dejemos entonces de lado la
creatividad de “la gastada” hacia aquellos a los que llaman “tolerancia cero”
por eso de “ni una copa” y que en el césped paulista brillen las gambetas, el
sudor, el talento y el esfuerzo de quienes ahora luchan más allá que por la
victoria están empeñados en que Córdoba, nuestra Córdoba, recupere viejos
lauros.
Así seas pirata, glorioso,
académico o lo que quieras, no te olvides que por encima de las camisetas está
esa otra, la que nos llena de orgullo cuando nos identifican por la tonada, por
el “fernando”, por Lugones, por lo ocurrentes, por Vélez Sársfield, por lo
solidarios, por Tosco, por la moto “Puma”, por Seguí, por Illia aunque era
bonaerense, por el Negro Alvarez y por tantos otros que honraron nuestra
mediterránea provincialidad.
Y sin diferencias de
estandartes o de “trapos” tribuneros, empujemos para que uno de nuestro hijos
dilectos siga en esta carrera por la conquista de un trofeo de tamaña
importancia como por el que están luchando, después de emerger del segundo
infierno -o de más abajo- de jugar con equipos de distantes categorías con
relación a la que actualmente lo tiene como animador.
Es lo de menos que ellos hayan
ido a Brasil o no para mezclarse con el delirante fervor de las tribunas, pero
me juego un pedacito del corazón que cada uno en sus mochilas y en el alma,
llevan mucho de esos duendes albiazules, símbolos eternos que han derrotado a
los almanaques como el “Hacha” Ludueña, Luisito Galván, “Daniel de los
estadios” y tantos otros que llenaron de gloria, goles y alaridos de victoria a
la vieja aunque centenaria y renovada institución de Barrio Jardín.
Gonio Ferrari
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