LAMENTABLE ACTITUD
DE DESMEMORIA
Parece mentira que hayan pasado 51 años de
aquel cercano 29 de mayo del 69, cuando Córdoba ocupó primerísimos planos en la
consideración mundial, una vez que las imágenes y los vívidos relatos alcanzaron
las más remotas latitudes. En pocas horas la ciudad fue ocupada por los
manifestantes, que desbordaron a una policía solo entrenada para reprimir
tumultos deportivos o manifestaciones poco numerosas.
La gente, poco a poco, se fue plegando a la
protesta, mientras en Buenos Aires se discutía la conveniencia o no de sacar el
Ejército a la calle.

Quinientos soldaditos imberbes, con el miedo
pintado en el rostro, se colocaron rodilla a tierra y apuntaron sus vetustos
Mauser 1909 hacia arriba, para producir la más espantosa y atronadora de las
amenazas.
Habían llegado ellos, para restaurar el
orden que no podían implantar apelando a la ley y la Constitución.


El pueblo se había rebelado, porque aquella
vez se llegó espontáneamente al límite de la paciencia.
Para que los gobernantes lo sepan: la
paciencia tiene un límite y 51 años atrás la imprudencia política lo superó. Y
en ciertos aspectos y situaciones no estamos muy lejos, o demasiado cerca de
alcanzarlo.

Nos hartaron a promesas, nos usaron más de
una vez como estandarte y al final demostraron su desmemoria, o su memoria
parcial e interesada cuando en tiempos preelectorales se acercaron con un apoyo
hipócrita y de corto plazo.
Nos prometieron audiencias, apoyo,
consideración y toda la batería de versos que se recitan en un escenario
dolorosamente demagógico como lo son las campañas proselitistas.
Y al final, la nada.


Pero sin que el concepto siguiente
signifique menoscabo alguno, pero lo manifiesto a título personal y con mucho
de vergüenza, que esta Córdoba tendrá para quienes con las décadas escriban su
historia, la penosa certeza de saber que con el apoyo de su gobierno tiene un
museo del cuarteto y se olvidaron de la gesta de la que aún y pese a todo,
estamos orgullosos quienes más que testigos, fuimos protagonistas.
A eso, y en nombre de los que ya no están
pero aquella vez estuvieron y muy cerca, es imposible que alguien nos lo robe.
Gonio
Ferrari
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