ERA SOLO UN PERRO Y
AHORA ES UN SÍMBOLO
“El perro no pide jamás: su mirada
es una plegaria”. (Proberbio africano)
Es tan, pero tan fuerte el sentimiento
de fidelidad, compañía, amor especial y agradecimiento que inspira la mirada de
un perro, que enternece en lo espiritual y en lo material mueve al cuidado, al
abrigo, al cariño y al respeto al que se hace merecedor y casi siempre se le
brinda.
Lo más llamativo de la relación
es que el perro, desde el fondo de los tiempos, es fiel a un amo que a veces no
retribuye esa especie de pasión que habla de su sensibilidad animal frente a la
opaca y egoísta creencia de muchos que no le asignan ningún valor a lo que
consideran una reacción meramente instintiva. Esa reacción perruna posiblemente
confirme la razón de que un perro tenga tantos amigos porque mueve la cola y no
la lengua.
Por eso la muerte de un perro
provoca dolor por su indefensión; por su mudez que lo empuja a la inevitable
resignación ante el accidente o la enfermedad que se lo lleva para
transformarlo en recuerdo, en anécdota, en el relato de sus travesuras o la
máxima y humana expresión de imitar sus ladridos y lamentos.
Por eso también tanto duele
reconocer en los hechos que el mejor amigo del hombre no siempre tiene en el
hombre a su mejor amigo porque abusarse en el maltrato, más que una actitud
cobarde por lo desmesurada, lleva a confirmar lo que sabiamente sostenía
Humboldt al considerar que el grado de civilización de un pueblo se mide por la
forma en que trata a los animales.
Si de dichos hablamos, Plutarco
supo afirmar que “Matar un ser inofensivo sólo porque es feo, es una vileza.
¿Qué importa que sea feo si además de ser inofensivo es útil?. Debemos
habituarnos a ser benévolos y humanos con los animales, aunque sólo sea como
aprendizaje de la Humanidad para con los hombres”.
Ninguno de estos preceptos,
indudablemente, formaba parte de la abyecta personalidad de quien cometió la
barbaridad de despellejar vivo a “Chocolate”, un perro raza perro -si, raza
perro nada más en su pedigree- que pese a los cuidados que le prodigaron
quienes lo encontraron abandonado, ahora seguramente andará ladrando, moviendo
la cola y meando árboles y zócalos allá, en el cielo de los pichichos después
de haber vivido sus últimos días en el infierno de la vejación, de la tortura
¿humana? y del martirio.
A quien piense en algo parecido
a una exageración por hablar así con íntimo dolor y vehemencia del sufrimiento
de un animal, que tenga la valentía de apretarse un dedo con la puerta, de
quemarse con un fósforo, de pincharse con una aguja o de cortarse la cara al
afeitarse.
Entonces con razón y
conocimiento de causa, sentirá en carne propia y anhelará que quien sometió de
esa manera a “Chocolate” merece el mismo trato, aunque me vengan a censurar y
descalificar con eso de los humanos derechos.
Porque el hombre, el humano, se
equipara y supera a las bestias cuando es más bestial que ellas.
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado