Desgrabación de los comentarios del
periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” del 15/01/17, que
emitió AM580 Radio Universidad de Córdoba.
LA GENTE ESPERA QUE ALGUIEN VAYA
PRESO
ANTES QUE LA PRESCRIPCIÓN HAGA LO
SUYO
Más allá de las encuestas de toda laya que andan dando vueltas, unas
serias y otras interesadas y demasiado “truchas” como para ser creíbles, no
concuerdan en cuanto a la principal pregunta que los ciudadanos tienen ganas de
responder pero a nadie se le ocurre plantear.
¿Espera usted que alguien esté preso, ya, por el cúmulo de actos de
corrupción que se vienen ventilando?
La respuesta “si” ganaría por abrumadora mayoría, aunque algunos con
razones legítimas a la hora de los comentarios al requerimiento, plantearía que
también la Justicia tiene la obligación de juzgar los casos en que estarían
involucrados algunos funcionarios del actual gobierno.
Pero eso es una cuestión de prioridades, porque primeros en la cola
están los destinos que aguardan a Boudou, Jaime, la Doña, Milagro, De Vido, D’Elia,
Máximo, Florcita, Esteche, Hebe y Cia., y muchos otros no tan notables cuyas
causas están iniciadas pero nunca falta quien pise el freno, chicanee y aporte
elementos que no llevan al esclarecimiento pero sí a oscuros callejones donde
reina la demora.
Es probable que la mecánica en tal sentido encarada por el macrismo, de
ir ventilando casi
diariamente un acto de corrupción, sirva para tener activa en la gente la imagen del latrocinio estructural y del saquéo permanente amparado en la impunidad consagrada, porque distinto hubiera sido mostrar todo en los primeros sesenta días de gobierno, ya que con la corta memoria de los argentinos, todo hubiera quedado sepultado en los clásicos olvidos nacionales y populares.
diariamente un acto de corrupción, sirva para tener activa en la gente la imagen del latrocinio estructural y del saquéo permanente amparado en la impunidad consagrada, porque distinto hubiera sido mostrar todo en los primeros sesenta días de gobierno, ya que con la corta memoria de los argentinos, todo hubiera quedado sepultado en los clásicos olvidos nacionales y populares.
Es cierto que la Justicia maneja tiempos distintos a los de la política,
de los políticos y de la ciudadanía, atacada por lógicas impaciencias y
ansiedades comprensibles, ya que es del ánimo popular que la ley caiga sobre
los responsables con todo su peso y su rigor.
Pero también exige celeridad, porque de lo contrario estaríamos
reeditando otras situaciones que son una vergüenza en los anales de la
administración de Justicia, como son los casos icónicos de los atentados contra
la Amia y la Embajada de Israel, el desastre de Rio Tercero, la muerte del
fiscal Nismann, los sueños compartidos de las Madres o la indemnidad que
protegió a los setentistas que disfrazados de románticos luchadores de la
verdad, secuestraron, torturaron y asesinaron igual que los militares
genocidas, para después hacerse acreedores de la libertad y transformarse
muchos de ellos en prósperos empresarios o funcionarios del poder.
En Córdoba hay causas paralizadas por inacción o falta de recursos, como
muchas vinculadas con el narcotráfico, delincuencia policial, la muerte de
Norita Dalmasso y otros varios crímenes con víctimas mujeres, que solo avanzan
mediante el recurso de fabricar novelas y dilatar los tiempos de llamativos
encierros.
No es casual la sospecha, entre nosotros, de la inocultable dependencia
de la Justicia, del poder político de turno.
Si la gente quiere ver a muchos de los ahora acusados entre rejas, es porque
los argentinos nos hemos cansado de ver procesos, audiencias, acalorados
alegatos y pocas condenas, y de ver a demasiados ladrones que se nos ríen en la
cara desde su opulencia en libertad.
Alguna vez debemos exigir, de alguna manera, que los fiscales y los
jueces abandonen su pachorra que ya se transformó en histórica, porque lleva a
los tiempos de las prescripciones, y se incorporen a la historia por la puerta
de la grandeza y no de la indiferencia.
Los argentinos queremos aplaudir justicia sea quien sea, piense como
piense o milite donde milite el reo.
Ya estamos hartos de tolerar frustraciones que se perpetran, curiosa y
penosamente, en nombre de la ley.
¿POLICIA EN ESTADO DELIBERATIVO?
La sucesión de episodios delictivos en los que han venido apareciendo
efectivos policiales de distintas jerarquías instalaron en la sociedad
cordobesa una desconfianza acentuada, por encima de las anteriores sospechas,
porque fueron hechos resonantes como el asalto en Cofico, los robos de armas de
la Jefatura y otras situaciones rayanas en lo vergonzoso.
Desconfianza, la verdad sea dicha, ya venía de antes con aquellas
presunciones de “zonas liberadas” para el actuar del hampa porque aunque haya
pasado el tiempo, es imposible pensar que esas cosas ocurrieran, si no era con
el “vistagordismo” policial.
Las autoridades de la fuerza insisten en mirar hacia afuera en lugar de
limpiar hacia adentro, con lo que se confirma que la policía dejó de ser un
organismo profesional para transformarse en una maquinaria al servicio de los
políticos.
Pero no todos son malos ni deshonestos, porque todavía existen los
hombres y las mujeres de azul que han hecho y siguen haciendo de su actividad y
vocación, un sacrificio cargado de compromiso con la sociedad.
Esos son los buenos policías que no aceptan estar metidos “en la misma
bolsa” con los desleales que trenzan con la delincuencia, que les alquilan
armas y que son tan ladrones como los consuetudinarios ocupantes de las celdas.
Esos son los buenos policías que ahora, de acuerdo con lo que
trasciende, vienen deliberando en legítima defensa de su honestidad no para
rebelarse contra la autoridad, sino para exigirle firmeza, rapidez y honestidad
en la imprescindible limpieza.
Hay reuniones, y la conducción lo sabe, pero también prefiere
ignorarlas, en una actitud peligrosa por lo negadora.
Se habló de relevos en la cúpula y hasta el momento nada ocurrió.
Se pensó en la renuncia de algún ministro responsable del área, pero
todos siguen atornillados en los sillones de sus despachos como si nada anormal
hubiera sucedido.
Así, será difícil que los cordobeses volvamos a confiar en ellos, y en
el mandato que la ley les ha conferido, de cuidarnos las vidas y los bienes.
Que desde arriba, desde el poder, hagan las cosas para demostrar que el
compromiso con la gente está por encima de los amiguismos, los silencios y las
complicidades.
LA EVITABLE MUERTE DE “CHOCOLATE
Lo más llamativo de la relación es que el perro, desde el fondo de los
tiempos, es fiel a un amo que a veces no retribuye esa especie de pasión que
habla de su sensibilidad animal frente a la opaca y egoísta creencia de muchos
que no le asignan ningún valor a lo que consideran una reacción meramente
instintiva. Esa reacción perruna posiblemente confirme la razón de que un perro
tenga tantos amigos porque mueve la cola y no la lengua.
Por eso la muerte de un perro provoca dolor por su indefensión; por su
mudez que lo empuja a la inevitable resignación ante el accidente o la
enfermedad que se lo lleva para transformarlo en recuerdo, en anécdota, en el
relato de sus travesuras o la máxima y humana expresión de imitar sus ladridos
y lamentos.
Por eso también tanto duele reconocer en los hechos que el mejor amigo
del hombre no siempre tiene en el hombre a su mejor amigo porque abusarse en el
maltrato, más que una actitud cobarde por lo desmesurada, lleva a confirmar lo
que sabiamente sostenía Humboldt al considerar que el grado de civilización de
un pueblo se mide por la forma en que trata a los animales.
Si de dichos hablamos, Plutarco supo afirmar que “Matar un ser
inofensivo sólo porque es feo, es una vileza. ¿Qué importa que sea feo si
además de ser inofensivo es útil?. Debemos habituarnos a ser benévolos y
humanos con los animales, aunque sólo sea como aprendizaje de la Humanidad para
con los hombres”.
Ninguno de estos preceptos, indudablemente, formaba parte de la abyecta
personalidad de quien cometió la barbaridad de despellejar vivo a “Chocolate”,
un perro raza perro -si, raza perro nada más en su pedigree- que pese a los
cuidados que le prodigaron quienes lo encontraron abandonado, ahora seguramente
andará ladrando, moviendo la cola y meando árboles y zócalos allá, en el cielo
de los pichichos después de haber vivido sus últimos días en el infierno de la vejación,
de la tortura y del martirio.
“El perro no pide jamás: su mirada es una plegaria”, dice un proberbio
africano y es absolutamente mágico y certero.
A quien piense en algo parecido a una exageración por hablar así con
íntimo dolor y vehemencia del sufrimiento de un animal, que tenga la valentía
de apretarse un dedo con la puerta, de quemarse con un fósforo, de pincharse
con una aguja o de cortarse la cara al afeitarse.
Entonces con razón y conocimiento de causa, sentirá en carne propia y
anhelará que quien sometió de esa manera a “Chocolate” merece el mismo trato,
aunque me vengan a censurar y descalificar con eso de los humanos derechos.
Porque el hombre, el humano, se equipara y supera a las bestias cuando
es más bestial que ellas.
MANTEROS DE AQUÍ Y DE ALLA
Pocos años atrás un empresario
del centro de nuestra ciudad, que me consta vino creciendo desde muy abajo,
caminando por la peatonal me señalaba los puestos informales de venta que ya se
iban instalando por esos concurridos sectores de la ciudad.
Y me decía que no eran una cuestión pasajera, sino que con el tiempo
irían aumentando en número y abandonando aquel rótulo inicial que los
identificaba como artesanos, porque ya manejaban mercadería de escala
industrial.
De nada sirvieron las gestiones que se hicieron ante la autoridad para
delimitar jurisdicciones, porque los marginales de la ley ocupaban espacios por
los cuales los comerciantes estables pagaban elevados impuestos.
Primero la reacción de los ambulantes fue pasiva, hasta que merced a la
impunidad que gozaban, fueron instalándose incluso a las puertas de los
negocios, en una actitud frontalmente agresiva que nadie se ocupó de neutralizar,
salvo algunos aislados procedimientos con decomiso que no consiguieron cambiar
las cosas.
Ahora en Córdoba ese comercio informal aparte de la peatonal, se apoderó
de varias plazas, alentando la competencia desleal que vaya paradoja, en
algunos casos puede ser utilizada para limitar los abusos en los precios en que
incurre el comercio formal.
Pero lo que indigna es el apoderamiento de espacios que son para los
vecinos y ellos toman como propios, amparados por su declamada condición de ”refugiados”,
o sea que los invasores tienen más derechos que los ciudadanos nativos.
Aquellos que en sus comienzos fueron simples caminadores de cuadras y
cuadras ofreciendo su mercadería, ahora lucen establecidos, no pagan impuestos,
tampoco la energía eléctrica que se les regala y otras ventajas de las que no
gozan los comerciantes que tributan a la Municipalidad, a la Provincia y a la
Nación, ni los verdaderos artesanos locales.
Dirán que este comentario ataca a quienes se esfuerzan por sobrevivir,
pero hay muchas maneras de hacerlo en el marco de la decencia y el respeto por
el prójimo: ya dejaron de ser artesanos -al menos la gran mayoría- para
transformarse en vendedores de grandes cadenas de fabricación serial. ¿O alguna
vez se vio a un artesano fabricando un par de anteojos?
En Buenos Aires -y no es un ataque de xenofobia- tanto paraguayos como
bolivianos, peruanos o senegaleses, han invadido lugares que antes ocupaban
comerciantes argentinos autorizados.
Cuando los desalojaron en nombre de la ley, no tardaron en transformarse
en víctimas de lo que calificaron como sinrazón.
LA MEGACAUSA NO SE DETIENE POR FERIA
En el receso de Tribunales y acorde con la
época festivalera, no se puede dejar de evocar el Festival permanente que
la Justicia cordobesa ofrece con la causa del Registro de la Propiedad,
convertida desde hace más de una década en espectáculo con localidades sin
cargo, pero de obligatoria asistencia para imputados, familiares y
conocidos, en los escenarios del edificio de Tribunales II.
El justiciero y para muchos, atractivo
show, cuenta con un elenco estable de acusadores, conocido como “la comisión
especial”, que elabora libreto y ensaya en el edificio tribunalicio, y otro de
imputados, en este caso “los encartados, reos o sospechosos que se preparan
como pueden en el encierro de la prisión preventiva.
En las esperas, entre tanto, y emulando las
jineteadas, rebencazos extorsivos sobre los acusados intentan engañar el
espíritu objetivo e imparcial de la Justicia.
El cierre a cargo de la comisión especial,
confirma con su íntima convicción, la condena previamente anunciada de los
imputados, aplaudida al estentóreo grito de “¡otra, otra!” por una mediática
publicidad de reparto que a veces intenta jugosas payadas.
Unos y otros regresarán después a continuar
ejerciendo en sus lugares: los ya condenados, encerrados o libres, aguardarán
la fecha de una nueva exhibición.
Las jineteadas también van a continuar,
porque la indómita y más pura Justicia, continúa corcoveando.
LAS DÍSCOLAS LUCES URBANAS
Antes parecía gracioso recorrer
algunas partes del centro y en cualquier barrio y apreciar que las luminarias
permanecían encendidas de día, y para goce y placer de los ladrones, se apagaban
al llegar las primeras sombras del atardecer.
La explicación solía plantearse culpando a las células fotoeléctricas
que fallaban e invertían los horarios, pero a nadie se le ocurrió exigir que si
era así, las inspecciones lógicas debían descubrirlo, informarlo y aplicar las
correcciones o reparaciones necesarias.
Pero a veces la inteligencia no llega a tanto, y los inútiles esperan
que las cosas se arreglen solas así como se desarreglaron, o que finalmente el
sistema se rompa del todo así los vecinos se dejan de joder con que las luces
están encendidas de día
Penoso por donde se la mire, la situación viene dándose parejita desde
hace tiempo, cuando eran lámparas convencionales, después vinieron las otras
que eran especiales y ahora, habrá que ver si las costosas “led” se contagian
el desperfecto, y lucen maravillosas compitiendo con el sol y de noche
amparando a los hampones.
En la cuestión del alumbrado público, una de las enormes falencias de la
administración mestrista, alguien tiene la obligación de intervenir en
salvaguarda de la vida y de los bienes de la sociedad, porque ya no es sólo
cuestión de cortar los yuyos de las plazas donde se ocultan los cacos, sino de
garantizar la iluminación de noche: de día, dejen que se encargue la luz
natural.
No hay caso.
La testa no les dá para tanto.
Cuando pensábamos que era una administración de pocas luces, ahora nos
demuestran que tienen luces, demasiadas luces… cuando no hacen falta.
TURISMO ECONÓMICO O COSTOSO
Avanza la temporada turística y como siempre, es portadora de los primeros
llantos, lamentos, reclamos y chascos con relación a los cálculos previos en
cuanto a ocupación y enunciación de costos comparativos con el año anterior.
Obviamente ahora todo es más caro. En algunos casos, absurdamente caro y
más cercano al afano que al reacomodamiento de los precios, y eso que dejamos
de lado la anécdota de la pizza y la cervecita a 300 mangos que le cobraron a
un turista en Carlos Paz.
Lo que sucede es que al avanzar los días y ver que el caudal de turistas
no es el apetecido, los comerciantes en su afán -bien aplicado el término y lo
repito- en su afán de salvarse, van aumentando los precios casi día a día.
Hacer turismo en Argentina nos sale demasiado caro, por culpa en la
mayoría de los casos de quienes viven de esa actividad, incluso para los
extranjeros que se sorprenden por lo que cuesta un hotel categoría dos
cucarachas o una cerveza en cualquier bar.
No se extrañe nadie entonces si una apreciable masa de veraneantes busca
las playas de Brasil, el Caribe, la belleza de un crucero o las compras en
Chile, porque a la hora de amar el bolsillo propio somos iguales de cuidadosos
que cualquiera de los mortales.
Haciendo números a mano alzada, entendemos que resulta menos caro irse a
las arenas del sur de Brasil que a Mar del Plata, o aprovechar en Chile para
tomar frio en las aguas de Viña del Mar y de paso cambiar las gomas del auto o
de la camioneta, y en una de esas agregar un plasma a la cocina.
La hotelería, vale repetirlo, es demasiado cara porque cada vez más se
acotan los días de permanencia de los visitantes y por ende, el presupuesto
familiar se mantiene en montos pero se achica en días.
De cualquier manera, lejos estamos de reservar en uno de los hoteles más
bonitos de Borneo, considerado el más caro del mundo si a uno se le da por
ocupar alguna de las 200 suites del establecimiento.
Nada más ni nada menos -escuche bien- que cien mil dólares por noche.
Pero claro, tiene desayuno incluido y jacuzzi en la habitación, cuyo
precio es para dos personas.
El equivalente, entre nosotros a cinco autos último modelo, por día.
Acabo de hacerles un mail donde les aclaro que para estas vacaciones, no
contarán conmigo.
LA ÚLTIMA GIRA DE HORACIO GUARANY
A casi 92 años de haber venido al mundo, Horacio Guarany acalló su voz y
allí nomás nació el mito aunque en realidad ya era un mito viviente.
Dersentonaba, gritaba a veces, pero la expresividad de su canto era lo
más atractivo dentro de nuestro folklore que viaja desde los ancestros y por
esos curiosos vericuetos comerciales, llega al bolero y a sus expresiones más
cercanas a la lencería que a lo autóctono.
Pero Guarany era único, especialmente por su coherencia ideológica y su
compromiso inserto dentro de sus creaciones.
No era todo lo borracho que a veces exageraban quienes decían conocerlo,
porque en verdad era un moderado a la hora de tirar corchos, llenar copas y
sumergirse en un fondo blanco.
Que era chinchudo, era chinchudo, lo que se fue acentuando con el paso
de las décadas; exigencia en sus contratos y férreo con los horarios.
Amigo de sus amigos, generoso a la hora de emparentarse artísticamente
con quienes apreciaba y respetaba en el mundo de nuestra música, y uno de los
ejemplos fue su cariño por Soledad, la de Arequito.
Se fue el cantor, se calló la voz de un ferviente difusor de la
libertad, que conoció el exilio y supo libar después las mieles del reencuentro
con los suyos.
Dicen que dejó como heredero al
Chaqueño Palavecino, para mi gusto un tenor demasiado burgués, como para que
hagamos improcedentes analogías.
Si hasta tiene un Hammer, vehículo militar que aún utilizan las fuerzas
armadas del imperio al que llaman yanquilandia.
A lo mejor, fue la única vez que a Guarany se lo escuchó desentonar tan
feo.
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